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Un volumen de comedias suyas hubo de publicarse en Valencia. La única que conocemos, El hijo de las batallas, adolece de poco gusto, aunque demuestra que su imaginación era grande, aunque extraviada .

Mesía y su adversario temblaban como las ramas de los árboles que batía el viento.... Tan grande fue el chaparrón que los padrinos suspendieron el duelo... que no se continuó. «No habían ido a batirse contra los elementos». Mesía quedó incólume y Crespo implícitamente le dio seguridades de que guardaría el secreto de aquel trance ridículo y de la cobardía del Tenorio vetustense.

El segundo artista era un picador de rara y grande capacidad, que acababa de retirarse del servicio después de hecha su fortuna.

Algo análogo leyó en sus libros devotos, pero no tan en grande.

Pero su franqueza de viejo marino se sobrepuso. ¡Qué porra! eres de la familia y debes saberlo todo. Además, eres mi amigo y quieres á Pepe. ¡Ay, planeta! Aquello ya no es casa, es un convento, y cualquier día, el que fué nuestro grande hombre acabará por traernos el Padre Paulí al escritorio, para que dirija á los empleados. No se separa de él un instante.

Detrás venian cincuenta pages en buenos caballos; despues entraron tras ellos doscientos ginetes en muy buenos caballos, con seis trompetas, y estandartes en ellas de damasco carmesí, labradas de plata y oro las armas del duque, y luego un estandarte grande de lo mesmo y con la mesma divisa. Delante cuatro cornetas de las cuatro capitanías, de dos en dos.

Todo cuanto en el mundo puede decirse de verdad y de justa observación lo había dicho el grave abogado de provincia, que a través de treinta años de viudez se le aparecía ahora cada vez más grande, como la personificación de la sabiduría reposada y el buen sentido ecuánime.

Ha llegado en línea recta como rudo andarín al término de un largo y difícil viaje. No es un grande hombre, es una gran voluntad. Es hoy punto de mira y ejemplo de muchos contemporáneos y es cosa rara una tal honradez, llegando bastante alto para dar a la buena gente ganas de imitarle.

Cuando vio a las claras que sus soldados habían sido vencidos, que la plebe triunfante había invadido la fortaleza y que ya se disponía a romper las puertas y a entrar en el alcázar, su desesperación fue completa y horrible. Abdul ben Hixen se jactaba de su nobilísima estirpe. Pretendía descender, por una ilustre serie de monarcas guerreros, del propio Mohamud de Gazna el Grande.

El padre Aldao, a más de una suma de dinero, empezó a recibir su sueldo de general de mano de Rosas, y el general Heredia, de Tucumán, que; con motivo de la muerte de Quiroga, escribía a un amigo suyo: «¡Ay, amigo! ¡No sabe lo que ha perdido la República con la muerte de Quiroga! ¡Qué porvenir, qué pensamiento tan grande de hombre!