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Lo bueno es que tal modo de pensar es de tu edad, y ¡a Dios gracias! aun no te ha llegado el tiempo de exclamar con el Eclesiastés: ¡Todo es vanidad y nada más que vanidad! ¡Qué exagerado es ese Eclesiastés! Y luego es tan viejo. Se me ocurre que sus ideas han de andar fuera de moda. Vamos, vamos, callémonos.

Pues la familia y la amistad reconocen tambien aquella fórmula. Pero este fenómeno singularísimo es más trascendental de lo que parece á primera vista. ¿Qué quiere decir el dar las gracias á un semejante nuestro porque pregunta por nuestra salud? ¡Poder del cielo!

¡Gracias, dijo fríamente aquella mujer, y se despidió de . Cuando me quedé solo, busqué el cuaderno donde estaban consignadas mis obligaciones, y anoté lo siguiente: «Doscientos cuarenta reales para AmparoYo había hecho esto por temperamento, por costumbre, no por caridad. Me acosté y me dormí. Cuando desperté al día siguiente, había perdido el recuerdo de aquella aventura.

Perdón, ciudadano; me veo obligado a dejarle. Como usted quiera, mi sargento, y gracias. Si vuelve usted a ver a Gaspar, dígale que le lleva un abrazo de Juan Claudio Hullin y que esperamos noticias suyas en la aldea. Bien..., bien..., no dejaré de hacerlo. El sargento salió, y Hullin vació su jarro, muy pensativo. Señor Wittmann dijo al cabo de un momento , ¿y mi paquete?

Como los serafines, señó dijo el primo queriendo aprovechar el parentesco para introducirse en la fiesta. Las muchachas, repentinamente ariscas, como si les amagase algún peligro, se hacían atrás, negándose a aceptar el convite. Ya habían cenado, ¡muchas gracias!

Cuando se hubo marchado, Pepe dio las gracias al bibliotecario y le preguntó quién era aquel señor. Es don Luis María de Ágreda, senador, muy buena persona. De estos que no hablan nunca, y progresista a la antigua, pero muy rico. No hace más que asistir a las votaciones, aunque está diciendo siempre que va a hablar... y nunca habla. Después le dio las señas de la casa de don Luis y se separaron.

A Dios gracias conocía a mi tía desde hacía mucho. Instalábamonos junto a una mesita, que habíamos colocado cerca de la ventana.

10 Y el que da la simiente al que siembra, también dará pan para comer, y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los crecimientos de los frutos de vuestra justicia; 11 para que enriquecidos en todo abundéis en toda bondad, la cual obra por nosotros acción de gracias a Dios.

» ¡Dios mío! ¡Gracias, por mis hijos, señorita! respondió la mujer con reconocimiento. Pero, ¿cómo han podido ustedes extraviarse? ¡Si están a dos pasos de Ville d'Avray!... Tomando esa senda de la izquierda verán en seguida las primeras casas de la población.

Yo opino que : en fin, gracias a Dios, todo ha terminado felizmente para todos: acaso de aquella oposición que entonces se hacía a mis proyectos, ha resultado el buen acierto que hemos tenido en su realización.