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Ansí procuraba tenerlos propicios porque favoreciesen su negocio y llamasen sus feligreses a tomar la bula. Ofreciéndosele a él las gracias, informábase de la suficiencia dellos. Si decían que entendían, no hablaba palabra en latín por no dar tropezón; mas aprovechábase de un gentil y bien cortado romance y desenvoltísima lengua.

Contestóle que aún permanecía soltera y que si era muy cierto que algunos galanes la rondaban seducidos quizá por el dinero de Belinchón más que por las gracias de su hija, hasta ahora no se sabía que hubiese dado oídos a nadie. Al leer esto, se le subió la sangre al rostro al ingeniero industrial. Entonces imaginó declararle su amor por medio de una carta. Estando tan lejos no tendría vergüenza.

Acabó Diciembre, nos dijo adiós, y se fué, casi sin ser visto, mientras la gente corría hacia los templos a dar gracias, a pedir mercedes para el año nuevo, o se entretenía, alegre y divertida, jugándose los cuartos en polacas y loterías. Desde la noche de Navidad no fuí a la Plaza.

Toda persona lleva dentro un contrabandista... Además, gracias á los navegantes del fraude, los pobres fumaban mejor y más barato. ¿A quién asesinaban con sus negocios?... ¿Cómo se atrevía Ferragut á comparar estas faltas á la ley, sin perjuicio para las personas, con la tarea de ayudar á los piratas submarinos en la continuación de sus crímenes?...

Se repuso un poco, gracias a un prodigioso esfuerzo, que no pudo ocultar, y me respondió solamente: Estoy muy cansada. Entonces me asaltó un horrible remordimiento. Soy un miserable exclamé, sin corazón y sin sentimientos honrados. No supe salvarme; viene usted a y la pierdo.

Y Leonora seguía sus lecciones acariciada por las manos ardorosas y húmedas del viejo cantante, permaneciendo horas enteras a solas con él, gracias a la inmensa confianza del doctor, hasta que una tarde, en mitad de una romanza, el tembloroso sátiro que todo lo hacía por el arte, cayó sobre ella.

Se animó al verme, y cuando me acerqué para abrazarla me miró tristemente, y con voz muy débil, tan débil que apenas la oímos, me dijo: Al fin viniste.... ¡Gracias a Dios! Temí que no volvieras a verme.... Pero ¡ya pasó... ya pasó! ¡Ya estoy bien, muy bien! ¿Estás contento? ¿Te gusta la hacienda?

Aquellos cinco céntimos que ahorraba de esta manera, le sabían a gloria. En cuanto al papel de cartas que desaparecía también, y era más caro, se tomó la resolución de dar un pliego, y gracias, al socio que lo pedía con mucha necesidad. El conserje había adquirido un humor de alcaide de presidio en este trato.

Una maritornes sucia y muy gorda presentó el agua con un panal de azúcar cruzado sobre el vaso. Gracias; sin azúcar. Nunca tomo azúcar en el agua. Gracias.

La plaza, mejor dicho el centro de ella, jardín en otro tiempo, gracias a los empeños de un prefecto santanista, se conservaba como yo la dejé.