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¿Sabe que tendría gracia, D. Andrés, que usted fuese descalzo? No será más que hasta la rectoral. Cuando pasemos por allí entraré y sacare mis borceguíes de caza... Vaya, póntelos, que me das gusto en ello... La aldeana se resistió mucho tiempo, en broma primero, en serió después: le parecía un absurdo.

Es la única que no se ríe con los chistes del señor Kisseler, un escultor amigo de mi padre, cuyo ingenio hace gracia a todo el mundo. Este señor me disgusta y me parece grosero, acaso porque no le comprendo, pues da a las palabras más sencillas, en apariencia, un sentido particular que hace reír a los hombres y ruborizarse a las señoras, sin perjuicio de reírse también.

Llegó segundo el «rosillo» montado por su dueño, Lucas Bando, que había tomado varias «paradas» dando «fila» con su cacaballo y que al bajar de éste dijo a gritos: ¡Meten un caballo de sangre y así qué gracia!... Con un animal de la estancia... ¡«Pchá» que son vivos!...

26 Y el joven Samuel iba creciendo, y hallando gracia delante de Dios y delante de los hombres. 27 Y vino un varón de Dios a Elí, y le dijo: Así dijo el SE

En aquel momento podía jurarse que no nos veía, absorta enteramente en el placer de ir mostrando una a una las mil combinaciones elegantes a que su airosa figura se prestaba. La pasión del baile era la pasión de su cuerpo, era la adoración extática de su propia gracia. Cuando una mudanza terminaba parecía salir de su éxtasis, y nos miraba risueña con ojos vagos y húmedos.

Luego su amistad con el torero que hemos mencionado; las relaciones que mantuvo después con algunos señoritos cultivadores del género; los teatros por horas, donde se copian, no sin gracia, las costumbres de la plebe madrileña; la amistad con Pepa Frías y otras aristocráticas manolas fueron iniciándola poco a poco y la introdujeron al cabo en pleno flamenquismo.

En el Auto de Cananea salen á la escena en figura de pastoras la Ley de gracia, la natural y la escrita, y cada una apacienta su rebaño. Otra composición religiosa de esta especie ofrece en tres partes al cielo y al infierno, y nos presenta en variados grupos á réprobos y bienaventurados. Entonces se encamina al infierno una alegre turba de marineros, que son demonios.

Pide, pues, como última gracia que se le permita ver á su hijo, y le ruega entonces encarecidamente que le muerte, porque si sucumbe á manos de un hombre esforzado se borrará la vergüenza de su suplicio.

Doña Paulita, que ya tenía la palabra en la nariz para reprender á Clara, se conmovió al verla ulcerar, y la tranquilizó diciéndole: La Magdalena pecó y fué perdonada. Lo que ahora le falta á usted es un sincero arrepentimiento. ¿Pero de qué me he de arrepentir? dijo Clara sollozando. ¡Jesús! ¡qué tono tan del día y tan ... liberal! exclamó Salomé, creyendo decir una gracia.

Y cambió con tal arte el curso de la conversación, que a Juanito se le quedó en el cuerpo lo que quería decir, y antes llegaron a la pobre escalerilla de la calle de Gracia, que pudo manifestar su valor para ser esposo de Tónica y encargarse de la pobre ciega. Aquella noche fue cruel para Juanito.