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En los tres años que llevaba de matrimonio, el duque había querido divorciarse por dos veces. Le era penoso gozar de una enorme fortuna á cambio de que esta mujer llevase su nombre. Cuando estrechaba la mano de un amigo, nunca estaba seguro de lo que podía ser éste con relación á su esposa. Pero Alicia se había casado para ser duquesa, y al fin llegaron á un arreglo práctico.

A los treinta había visto, como Salomón, cuncta quae flunt sub sole, pero no comprendía, como él, que todo fuese vanidad y aflicción de espíritu, sino que lloraba como Alejandro, porque no había otro mundo de goces que disfrutar; y seco su corazón, embotada su inteligencia por el prematuro desarrollo de sus pasiones, arruinada su casa por locas prodigalidades, era un fruto podrido que no había madurado nunca, un hombre en la flor de la vida a quien faltaba el objeto de la vida, un ruinoso despojo del placer y la impiedad, que no interrogaba como Hamlet lo eterno, sino que se arrastraba por todos los rincones de lo terreno, buscando un charco de placeres desconocidos en que zambullirse y revolcarse y gozar...

, el placer era puramente material, pero su intensidad le hacía grandioso, sublime. «Cuando se gozaba tanto, debía de haber derecho a gozar».

¡Caramba!, pues el vivir con el marido y el gozar con el amante... Me parece que cosa más corriente... Después de estas palabras, fue Verónica quien se quedó un brevísimo rato algo suspensa; en seguida, sin dejar de mirar con marcada fijeza a su amiga, la dijo: ¿Y qué piensa Gonzalo de esa teoría tuya?... Porque supongo que se lo habrás dado a conocer...

El novio, cada vez más sofocado, gritaba con acento colérico: ¡Dejarlo!... ¡dejarlo! Se le ha destapao el tarro, y hasta que eche toda la bilis no callará. Velázquez se había aproximado para gozar de la guasa, dejando sola á María-Manuela á la ventana. Antoñico, se levantó de la silla donde estaba cerca de Soledad y, dando una vuelta con disimulo al aposento, se acercó á su antigua querida.

Buscó el vasco el abrigo de unas tapias donde parar sin riesgo el sudoroso tronco, y Artegui y Lucía se internaron a pie siguiendo el senderito, ella delante, recobrada su alegría infantil, su gozar inocente en el cansancio del cuerpo.

Si la tenía puesta con relativo lujo había sido a fuerza de súplicas de su mujer, de burlas de sus amigos, y sobre todo porque había llegado a convencerse de que necesitaba gozar de cierto prestigio exteriormente si había de competir con los muchos e inteligentes banqueros establecidos en la corte.

Sanguinario y tiránico al mismo tiempo que predicaba la paz y la libertad; resuelto a gozar ávidamente mientras decía que los sufrimientos de los demás le hacían gemir; codicioso, disipador, infiel, mentiroso, ese hombre no podía ser objeto de un amor noble; sólo podía ejercer una fascinación perversa, una curiosidad malsana, deseos serviles.

Flojo escándalo han dado ustedes esta noche. No se habla en el buque de otra cosa. El aludido hizo un gesto de extrañeza y asombro. Escándalo, ¿por qué?... Una simple conversación, como tantas otras que se desarrollaban en la cubierta a la hora del concierto. Es que la niña tiene su fama muy bien ganada. Y usted también empieza a gozar la suya, en vista de ciertos hechos recientes.

CIPIÓN. Berganza, amigo, dejemos esta noche el Hospital en guarda de la confianza y retirémonos a esta soledad y entre esas esteras, donde podremos gozar sin ser sentidos desta no vista merced que el cielo en un mismo punto a los dos nos ha hecho. BERGANZA. Cipión hermano, óyote hablar, y que te hablo, y no puedo creerlo, por parecerme que el hablar nosotros pasa de los términos de naturaleza.