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Ya ve el chiquitín la tontería de meterse por nada en esos sudores le dijo Pedro el gordo. A poco andar ya era de piedra todo el camino, y se oyó un ruido que venía de lejos, como de un hierro que golpease en una roca. Yo quisiera saber quién anda allá lejos picando piedras dijo Meñique.

Cuando hubieron discutido un rato, mi patrón intervino, sonriendo con superioridad. No lo duden ustedes, la victoria esta vez será de Francia. Yo lo creo así también. Francia se ha repuesto mucho y se ha de batir mejor y con más gana que la primera vez dijo uno. Pues yo creo que están ustedes en un error saltó el hombre gordo.

Por algunos instantes apenas se oyó en la estancia mas que "querido duque", "señor duque". "¡Oh, duque!" El objeto de tanta atención y acatamiento era un hombre bajo, gordo, la faz amoratada, los ojos saltones y oblicuos, el cabello blanco, y el bigote entrecano, duro y erizado como las púas de un puerco-espín.

Ella, ya en plena posesión de misma y sabiendo por Catana la orden dada por su padre contra los dos Pérez de la botica, le preguntó, muy serena, al tercer día del percance gordo: ¿Sabes por qué no han vuelto por aquí esos señores? ¿Qué señores? preguntó a su vez don Alejandro, descubriendo en su turbación que por demás sabía de qué sujetos se trataba.

El padre Laguardia le ayuda en esta tarea, haciendo lo posible por sujetar al presbítero gordo, el más sanguinario de todos. ¡Dejadme, dejadme! gritaba con voz estentórea. Quiero arrancar todas las muelas a ese esprit fort. Y este deseo extravagante, más propio de un dentista que de un licenciado en sagrada teología, llenaba de terror el alma de Moreno.

Usted está acostumbrado á oír quejarse de dolor lo mismo al rico que al pobre, á ver que todos mueren igual; por eso toma á risa las cosas de los hombres. Al fin no somos más que animales. Hace usted bien. Ríase... pero el trueno gordo se acerca. Algún día encontrarán su merecido todos los ladrones... ¡todos! incluso su primo Sánchez Morueta.

Echaron pie a tierra también los otros cinco de la comitiva; y cuando lo hubo hecho don Simón, tomóle don Celso de la mano, y dijo, mostrándosele al hombre gordo de la puerta: El señor es el candidato a quien votan todas las personas decentes del distrito.

Tellagorri era flaco, Pichía gordo; Tellagorri vestía de obscuro, Pichía, quizá para poner más en evidencia su volumen, de claro; Tellagorri pasaba por pobre, Pichía era rico; Tellagorri era liberal, Pichía carlista; Tellagorri no pisaba la iglesia, Pichía estaba siempre en ella, pero a pesar de tantas divergencias Tellagorri y Pichía se sentían almas gemelas que fraternizaban ante un vaso de buen vino.

Suponiendo que se mostrase insensible y la despreciase, ¿qué le importaba? Aquello era jugar un décimo de lotería: por de contado, no había de caerle el premio gordo; mas acaso el estanquero le ayudase a pagar el cuarto o le regalase algún vestidillo.

Una risa aflautada del gordo personaje fué la primera respuesta. Luego pareció arrepentirse de su falta de corrección al contestar con risas á las preguntas, y dijo gravemente: ¡Oh, Gentleman-Montaña!... ¡Va usted á encontrar en mi patria tantas cosas extraordinarias dignas de su asombro!... De cómo Edwin Gillespie fué llevado á la capital de la República Hubo un largo silencio.