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La mujer de don Baldomero I y la del difunto Arnaiz eran primas segundas, floridas ramas de aquel nudoso tronco, de aquel albardero de la calle de Toledo, cuya historia sabía tan bien el gordo Arnaiz.

Todo esto lo he pensado rápidamente; al mismo tiempo que lo pensaba le ponía la mano en el hombro al señor grueso, y gritaba: ¡Sarrió! Y entonces el hombre gordo ha vuelto la cara, una cara con ojos pequeños y ribeteados de rojo, y he visto tristemente que no era Sarrió. ¿Dónde vivirá? ¿Dónde comerá? Vuelvo a pasar por casa de Botín; vuelvo a pasarme frente a la vitrina de Lhardy. ¡Y no lo veo!

Una santa... y no le hacen caso ninguno. La segunda, idéntica a su madre: le preguntaron un día con quién se había de casar, y dijo: «Con el tío Isidoro, que es rico». ¡El hermano de su padre, aquel viejo gordo, que parece una tinaja!

¿Quién? ¿yo querer á esa mujer?... ¡Si me sofoca ya más que un día de levante!... Si tengo más ganas de soltarla que del premio gordo de la lotería... Porque me carga, ¡ea!... porque me revienta... y está dicho... Y de esta suerte prosiguió todavía dejando caer otras pesadísimas palabras.

Otras veces, cuando paseaban juntos por el Retiro y llevaban largo rato sin despegar los labios, decía Miguel: ¿A que no sabes, Perico, para lo que me sirves en el paseo? ¿Para qué? Para darme sombra. En efecto, Mendoza era tan alto y tan gordo, que la figurilla de Rivera se resguardaba perfectamente detrás de él.

El objeto de Jacobo era evidentemente obtener de una confesión. Sospechaba lo más gordo del negocio y necesitaba conocerle en detalle, que es lo que da á los hechos toda su fuerza é inspira á las personas una certidumbre. ¿Te ha hecho hablar?... ¿Qué le has dicho? ¿Cómo ha logrado convencerte? ¿Qué comedia ha representado? ¿Acaso ha fingido que te ama todavía?

Mi tía le tiraba de la levita y le decía en voz baja pero resuelta: No, Ramón, guárdate bien de meterte en lo que no sabes. Mi tío tragaba saliva y guardaba silencio como un hombre que no sabe qué partido tomar. Por último rompió... Doctor, si yo no tengo el hábito de estas cosas... No me es posible... Presida usted, entonces, doctor Trevexo dijo el señor gordo.

Pues lo que es tipo de conde, me parece que ha de tener más éste. Por lo poco que recuerdo, su figura debe ser más delicada y más elegante. El otro era demasiado gordo y tenía las facciones abultadas y traía el pelo muy corto. Era un tipo de bourgeois.

¿Esta noche? ¡Quia! ¿Cómo ha de venir esta noche? ¿Pues qué hay esta noche? Lo gordo dijo Pinilla con misterio. Pero, ¡bah!, usted lo sabe mejor que yo. Si es su sobrino.... No, no nada dijo Lázaro sorprendido. ¿Pero no le han designado á usted su puesto? ¿No le han dicho lo que ha de hacer? ¿No trabaja usted como todos en esta gran obra? ¿Qué obra? Esta noche, amigo, esta noche es ella.

Buenos tiempos aquellos y mejores arqueros, en verdad, dijo Reno, pero á bien que ahí está Simón Aluardo, tan perito como el que más; y cuanto á , Yonson, como si no te hubiera visto yo ganarte el buey gordo allá en Fenbury, cuando te lo disputaron en el tiro al blanco los primeros arqueros de Londres.