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Se trató el asunto a la hora de cenar, y cuando don Juan y el primo convinieron en que se hiciera la vista gorda, con gran sorpresa de todos los presentes, que eran aquellos Valcárcel y los Körner, Bonifacio, con voz temblorosa, pero firme, aguda, chillona, pálido, y dando golpecitos enérgicos, aunque contenidos, con el mango de un cuchillo sobre la mesa, dijo: Pues yo veo la cosa de otra manera, y mañana mismo, ya que el bautizo se retarda, porque no quiere Emma que el niño se constipe con este mal tiempo, mañana mismo, aunque lo siento, tomo yo el coche de Cabruñana y me voy a Pozas y a Sariego, y le ajusto las cuentas al señor de Lobato.

Con la llave abrirás y entrarás y visitarás invisiblemente, desde la cabeza gorda y maciza del visir Barbaruk hasta el último abismo del mar.

Ni aun las manos alcanzo a verme. Los pinares se me figuran los Pinares del Rey. Entonces nos hallamos entre Campelos y Ricoy. Es una playa de arena gorda. Hasta que amanezca no señalaremos adónde arribamos. Con tal noche, era sabido. Suerte que no naufragamos. Suerte para nosotros, que no dirán lo mismo los delfines.

En un momento se reunió allí medio pueblo. ¡Mira la Cereza, qué gorda viene! exclamaba un chico. Mira la Garbosa; ya tiene una cría decía otro. ¡Mirad, mirad la Morica, qué grande se ha puesto! Era una becerra y ya parece una novilla apuntaba un tercero. Todos conocían á las vacas por sus nombres y sabían sus cualidades y sus defectos como si fuesen propias.

Las señoritas de Ciudad batieron palmas. Inmediatamente se levantó don Serapio, y con lengua bastante gorda propuso en términos concretos que el brillante concurso que le escuchaba se estableciese definitivamente en la Isla, a fin de poblarla, invitando a cada uno de los presentes a buscar lo más pronto posible pareja.

Y llegamos, antes aún de lo esperado; y todas las gentes que nos encontraban al acercamos al pueblo, presumían, por el aire que llevábamos, que habíamos hecho alguna muy gorda; pero cuando les contábamos la verdad, no la creían. ¡Tan bestialmente gorda la consideraban, con muchísima razón!

Unos del esquadron priesa se daban, Porque no los hallase el dios del dia En los forzosos actos en que estaban. Y luego se asomó su señoria, Con una cara de tudesco roja, Por los balcones de la aurora fria. En parte gorda, en parte flaca y floja, Como quien teme el esperado trance, Donde verse vencido se le antoja.

La pequeña y gorda que la acompañaba era sin duda María-Manuela. Corrió á su encuentro, pero ellas, al verle, se separaron vivamente y, cada cual por su lado, se introdujeron en la muchedumbre, desapareciendo al instante de sus ojos. Por más que hizo no le fué posible dar con ellas. Mareado de tanta vuelta, rendido y triste, se determinó al cabo á salir del baile.

Cuando aparecieron en la ruinosa fachada de la casa paterna los cartelones anunciando, en letra muy gorda, la subasta, Pablo Aquiles y Casilda comprendieron que había que marcharse; buscaron una casa pequeña y modesta, recogieron lo poco que quiso dejarles Gregoria, y salieron ambos del hogar de sus padres, como tristes desterrados. La visita de Bernardino Esteven es digna de ser contada.

Usted padece hoy, y no es cosa de poco más o menos, sino alguna tribulación muy gorda lo que usted tiene dentro. No, ni me lo niegue. Su cara de usted es para un libro, el más hermoso de los libros. Leo en él todo lo que a usted le pasa. No valen evasivas. Ni pretendo que me confíe sus penitas, hasta que no se convenza de que el médico llamado a curárselas soy yo».