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Paréceme que viene a matarme, que está escondido en algún rincón de mi cámara haciendo mover las colgaduras y crujir los arcones; y a la mañana siguiente huélgame oírte hablar de Gonzalo. Donoso lo es en verdad el señor regidor. Me quiere desde que yo era ansí, ansí, y qué rendido y alfeñicado. Pero mi padre dice que el linaje de los San Vicente no vale dos habas.

fijamente que esta intimidad no tiene importancia alguna. Estoy enteramente segura de mi hija, como debes estarlo. Pero comprendo muy bien que la conducta de ese señor te moleste... Sobre todo, desde que un periódico se ha aprovechado de ella para injuriarte, las cosas no pueden continuar así. Es necesario tomar una resolución... Ya está tomada dijo sordamente Gonzalo.

Aquella misma noche aprovechó el momento en que Cecilia vino a encenderle el quinqué al despacho, para decirla risueño: ¿Tienes algo que hacer ahora, Cecilia?... ¿No?... Pues siéntate un momento, que voy a confesarte. La joven le miró con sus grandes ojos claros y suaves, donde se pintaba la sorpresa. Gonzalo la obligó a sentarse. ¿Tienes novio? la preguntó bruscamente.

Tiene razón Pablo. ¡Siempre has de aguar todas las fiestas!... ¡Jesús qué criatura!... Lo que es el hombre que te lleve, algún pecado gordo tiene que purgar. En aquel momento apareció en la puerta de la estancia Gonzalo, quien se dobló como un arco para dar la mano a su futura suegra, a Ventura y a Cecilia. Esta se puso seria.

Decidme que apagaréis mis enojos y me amaréis de veras. ¡Ah! ¡Cuándo será que pueda llamaros mi esposa, mi Beatriz, mía! ¡toda mía! Su aliento buscó la mejilla cándida de la doncella. En este instante alguien nombró a Gonzalo de San Vicente y Beatriz oprimiole la mano para que le dejase escuchar.

Fecha: Madrid 8 de octubre de 1622. Manuela. Ana. D. Juan Ramírez Fadrique. El capitán Medrano Cosme. El bastardo de Mansfel Juan Jerónimo. El obispo de Holestald Vargas. El duque de Bullón Jusepe. Don Gonzalo Juan Bautista. Don Francisco de Carros Manuel. El barón de Tili Narbáez. Dos Músicos. La encomienda bien guardada. Autógrafo. Fecha: Madrid 16 abril de 1610. Doña Luisa Mariana.

Como estos pensamientos han dejado de ser aplicables a la situación presente de aquellos pueblos, hemos prescindido de publicarlos, contentándonos con haberlos mencionado para acreditar el celo perseverante de don Gonzalo de Doblas.

A algunos, a don Rosendo, a don Mateo, a don Pedro Miranda y al alcalde don Roque, ya Gonzalo les había saludado la noche anterior. Pero estaban allí además Gabino Maza, don Feliciano Gómez, el ingeniero francés M. Delaunay, Alvaro Peña, Marín, don Lorenzo, don Agapito y otros cinco o seis señores, que se levantaron para abrazarle.

Así hacía perder la pista a los que buscaban la causa de su salida de la casa. Doña Paula estaba muy satisfecha de esta conducta. El mismo Gonzalo, comprendiendo que no se le podía exigir más, se mostraba con él atento y cortés. La tranquilidad había vuelto a renacer entre los jóvenes esposos.

Y Gonzalo recordó que en cierta ocasión que subió a buscar a su tío antes de irse a Inglaterra, se estaba debatiendo el mismo asunto. Los temas variaban poco en aquella asamblea. La existencia de la villa se deslizaba tranquila y serena en medio del trabajo cotidiano.