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De los primeros en llegar, al teatro de las operaciones, este bizarro militar tuvo la gloria de administrar á los alzados la primera derrota que sufrieron, en Yarayabo, y posteriormente cúpole en suerte asestar el golpe decisivo á la rebelión, dando muerte á su jefe principal, al ambicioso Estenoz, en los campos ensangrentados de Micara.

La proximidad entre ambos países es tan grande a cansa del mutuo comercio y de las fáciles comunicaciones; es tan incontrastable la influencia que en nosotros ejercen las ideas, las costumbres, la industria y aun la riqueza de nuestros vecinos, que aunque existiera aquí el chauvinisme, los hechos lo curarían de golpe.

Tambaleándose entró en su alcoba, bebió con mano trémula un sorbo de agua y dejóse caer sin fuerzas en una butaca, mirando la carta que tenía en las manos, sin osar abrirla. El pasado entero se le vino a la memoria de un golpe, como una de esas grandes olas que revientan en la playa, borrando por completo la espuma de otras menores.

Consistía no tanto en la paridad de los rasgos fisonómicos como en la analogía de las inflexiones de voz y del ademán sobrio y enérgico; consistía principalmente en un idéntico temblor de los párpados y de los labios bajo el golpe de una irritación súbita.

La generala tardó mucho en mirarle de nuevo; pero esto le importaba a él muy poco: sabía que el golpe estaba dado y que había sido certero, y esperaba confiadamente el resultado.

Es un genio, en fin, que ha estado lamentando los errores de su siglo y preparándose para destruirlos de un golpe. Todo va a ser nuevo, obra de su ingenio; vamos a ver este portento.

Juanita repiqueteaba entonces estrepitosamente el aldabón de su puerta, y no bien la entreabría o su madre o la criada, se colaba ella, cerraba de golpe y casi daba a don Andrés con la puerta en los hocicos. Con estos lances, tratos y conversaciones, don Andrés se emberrenchinaba más cada día, y su circunspección iba desapareciendo.

Ciertamente, su posición era extraña, casi inconcebible: una linda joven, con una fortuna de más de dos millones de libras depositada en poder de sus banqueros, y sin embargo perseguida, rondada por sus crueles enemigos que buscaban su ruina, degradación y muerte. La revelación de su casamiento me había dado un golpe terrible, como para hacerme tambalear.

Un andariego que trota de la mañana a la noche, con sus piernas de rocín. No es él el que me interesa: tiene lo que se merece. ¿Se sabe algo de la señorita Germana? Su negra me ha dicho que cada día está peor. A cada golpe de tos llena un pañuelo. ¡Y sin una alfombra en su habitación! Esa niña no se curaría más que en un país templado, en Italia, por ejemplo. Será un ángel para Dios.

Pero ya mi mujer se cansó del pescado, y quiere ahora sopa y un trozo de tocino. Pues tendrá lo que quiere tu mujer respondió el camarón. Al sentarte esta noche a la mesa, dale tres golpes con el dedo meñique, y di a cada golpe: «¡Sopa, aparece: aparece, tocino!»Y verás que aparecen. Pero ten cuidado, leñador, que si tu mujer empieza a pedir, no va a acabar nunca.