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El camarero, cetrino y bigotudo, le escuchó atentamente, con una complacencia de tercero, y al fin pudo formar una personalidad completa con todos sus datos. La dama por quien preguntaba era la signora Talberg. Estaba de viaje, pero iba á volver de un momento á otro. Ulises pasó un día entero con la tranquilidad del que espera en lugar seguro. Miraba el golfo desde el balcón.

Aquel enjambre de proyectiles é instrumentos de muerte, en medio de tanta verdura artificial, de tantas flores y perfumes, y árboles frutales, y fuentes de aguas saltadoras, y puentecitos rústicos, y estatuas y arcos y muros abrumados de enredaderas y pámpanos; aquellas fortalezas y fragatas amenazantes, en presencia de un golfo bellísimo y bajo un cielo admirable de oriental hermosura; aquel silencio traidor de tantas bocas de hierro y bronce, abiertas sobre las murallas y prontas á vomitar ondas de fuego sobre las verdes ondas del golfo, mientras que en la ciudad todo era bullicio y animacion mercantil; todo formaba un conjunto de contrastes que hacia meditar con tristeza ó reír de las locuras del mundo.

Sibilantes y rumorosas, las aguas salen precipitadamente de la presa para ir a perderse con un gruñido sordo y quejumbroso en el golfo de espuma, encima del cual parece levantar una bóveda brillante el polvo de las olas que se estrellan. Al rumor de la caída se mezcla el rugido de la tormenta.

Vamos, vamos, la brisa fresquea y nos disponemos a salir. Porque, ¿qué hacemos aquí mientras haya buques mercantes en la Mancha, galeones en el golfo de Gascuña y ricos navíos portugueses en el estrecho de Gibraltar? ¡Cómo! ¿Usted partirá hoy, un viernes?

Manteniendo su rumbo a Levante la armada de la Liga, dejando atrás la Fosa de San Juan, llegó el 26 de Setiembre a Corfú, de donde zarpó el 28. Aguardaba en el golfo de Lepanto la escuadra del turco.

Había cerrado la noche, una noche obscura como boca de lobo, pues la luna se había ya puesto y el cielo estaba cubierto de grandes nubarrones, que un viento cálido empujaba hacia el golfo de Carpentaria. Los chinos habían ya suspendido el trabajo, y después de cenar se habían agrupado en la playa, discutiendo animadamente con el Piloto y con Hans.

Nuestra bomba no basta para desalojar el agua que entra. Subió a cubierta. La noche había cerrado y el golfo de Carpentaria ofrecía un espectáculo horroroso. Altas olas, con las crestas cubiertas de blanca espuma, iban hacia el Sur con terribles mugidos, rompiéndose impetuosamente contra los costados del junco.

La impaciencia de doña Cristina por reunirse con su marido y devolverle las comodidades de una casa bien gobernada arrancó á Ulises de esta vida de la costa. Durante varios años no vió otro mar que el del golfo valenciano. Y el Tritón menudeó los viajes á Valencia, arrostrando todos los inconvenientes y peligros de estas aventuras terrestres, á impulsos de su desorientada paternidad de célibe.

Pero aventurarse por aquel revuelto golfo en una simple chalupa era cosa de espantar al más valiente. ¿Resistiría aquel barquichuelo, que sólo tenía catorce pies de eslora y que apenas desplazaba ocho toneladas, los tremendos embates del mar y la furia de los vientos? ¿Verían el sol del día siguiente?

Esto trajo a mi memoria el recuerdo de mis gratos insomnios de hace tres años, cuando yo vivía en el faro de las Sanguinarias, allá abajo, en la costa de Córcega, a la entrada del golfo de Ajaccio, otro hermoso rincón que encontré para meditar y estar a solas.