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Gil de Mesa fué en su nombre á noticiar á la Princesa Catalina de Borbón, al Rey, á Villeroy la resolución de abandonar el mundo, entrando en religión; propósito que parecía muy bien al Secretario de Estado. Probablemente por vez primera se ofrecía con sinceridad á secundarle con su influencia para entrar en situación en que podría hacer su fortuna y la de sus amigos.

Sobresalía, en particular, en las comedias de Calderón y de Moreto, muriendo en 1707, á los veinticuatro años de edad. D. Leandro Fernández de Moratín. Cienfuegos. Reforma del teatro español y desaparición del sistema clásico. Gorostiza. Martínez de la Rosa. Bretón de los Herreros. Gil y Zárate. D. Ángel de Saavedra. Hartzenbusch. Larra. García Gutiérrez. Escosura. Zorrilla.

Ahora se notaba bien claramente que sus apartes y cuchicheos eran intencionados: acaso tuvieran por fin castigarla por la defensa indirecta que había hecho del P. Gil, a quien D. Joaquín odiaba a par de muerte.

¡Es la más horrible conspiración! ... Ese chisgarabís, ese tunante, el poetastro que vivía en ese cuarto, se la ha llevado. ¡Qué horror! ¡Siempre he aborrecido de muerte á los copleros! Consuélese usted, don Gil. Vamos á otra cosa. ¿Sabe usted dónde está mi tío? Si le digo á usted que no he visto iniquidad semejante murmuró el abate, sin hacer caso de la pregunta.

Nada, amigo mío: yo le dije al P. Gil que cuidara de aumentar la artillería, adoptando los adelantos que yo quiero introducir en el arma. Pues qué, ¿cree usted que Napoleón no tiene noticia de ellos? Yo he descubierto que antes de invadir a España mandó una Comisión secreta para que averiguara si estaba yo aquí.

No me ha dejado más que los huesos. El P. Gil, cada vez más aterrado, se atrevió a preguntar: ¿Y usted piensa que no hay sobre la tierra ningún hombre honrado, ninguna mujer virtuosa? los hay, pero son productos excepcionales de la Naturaleza; mejor dicho, son aberraciones de un organismo creado para el mal. Los hombres buenos sufren las consecuencias de toda aberración; no pueden subsistir.

Don Gil cae en tierra bajo la impresión de tan horrible suceso; anonadado, y sintiendo un cambio completo en todo su sér, invoca la misericordia de Dios, y su súplica es oída; pelean entonces en los aires el Demonio y el arcángel San Miguel; éste triunfa, y obliga á su adversario á renunciar á su presa.

Creemos inútil advertir, que no es posible encontrar en las obras de Gil Vicente la profundidad de pensamiento y el fervor religioso, que caracterizan á los maravillosos autos de Calderón, y que hacen de ellos las producciones dramáticas más importantes que ha dado á luz el misticismo cristiano.

El ascético sacerdote gozaba más con perfeccionar las almas creyentes y buenas, que en atraer las que definitivamente se hallaban en las garras del pecado. Lo primero que se le ocurrió leer al P. Gil fue cierta Vida de Jesús, muy popular a la sazón entre los impíos y de la cual se hablaba siempre con desprecio mezclado de terror en el seminario. La leyó con profundo dolor y tristeza.

Nadie osará negar estas cualidades á la Odisea y la Eneida, ni al Quijote y el Gil Blas de Santillana, á pesar de sus numerosos episodios. Guardémonos de confundir la armonía con la simplicidad de la acción, ni siquiera con la regularidad de sus partes. Es algo más profundo y espiritual que surge espontáneamente de la belleza del asunto y del equilibrio en las facultades del novelista.