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Y para más ironía, Maud hablaba en francés con acento nasal: «Mes compliments, mon cher; tous mes compliments». ¡Pobre Mina!... Algunas veces, mientras hablaba Fernando con Mrs. Power, la había visto pasar cerca de ellos llevando de la mano a Karl. Fingía no conocerlos, torcía los ojos, pero se adivinaba en su gesto la amargura de la decepción.

Too lo que tienes es hambre. Y a continuación ofrecíala cuantos alimentos extraordinarios poseían sus compañeros: un pedazo de bacalao, una morcilla de la sierra que milagrosamente se conservaba en la gañanía... Pero la gitana rechazábalo todo con gesto agradecido. te lo pierdes; te se da de too corazón. Así estás de enjuta y esmirriá, y así te morirás: porque no comes.

Buen carnero, buen lomo; pero no como en mi tierra, en Extremadura ... porque yo soy extremeño. Dime, ¿por qué no has estudiado para cura? Porque no tengo vocación para esa carrera. Doña Paz hizo un gesto de sorpresa y reprobación, como si el joven hubiera dicho una gran irreverencia.

Había transcurrido mucho tiempo, y una parte del público, deseando descargar su furia contra alguien más que el torero, se volvió hacia el palco presidencial... ¡Señor presidente! ¿Hasta cuándo iba a durar este escándalo? El presidente hizo un gesto que acalló las protestas y dio una orden.

Era indudable que don Alejandro estaba en su gabinete... hasta creyó percibir su voz momentos después; su voz algo destemplada, por cierto. «¡Caray, caray, qué desmayosVolvió a aparecer Catana. Con un gesto bravío le reprendió su atrevimiento de colarse hasta allí, y con otro no más dulce y un ademán adecuado, le mandó que pasara al gabinete que le señaló con el índice cobrizo.

Y Maltrana terminó su gesto de indiferencia. Los cambios de ministerio y lo que se decía en el Congreso le inspiraba escaso interés.

En torno de él se agrupaban hasta una docena de músicos y cantores, cuyos sonidos y voces quedaban ahogados cada vez que desde lo alto los acompañaba el órgano. El sacerdote dirigía con un gesto de resignación, mientras la música perdíase, débil y anonadada, en la soledad de las naves gigantescas.

La señora tuvo un gesto de viva contrariedad, y por un instante su decepción fué sincera; pero en seguida cruzó sus manos cómicas: ¡Casado, usted! ¡Oh, qué desgracia, qué desgracia! ¡Perdóneme, ya sabe!... No lo que digo... ¿Y su señora vive con usted en el ingenio? , generalmente... Ahora está en Europa. ¡Qué desgracia!

Lo he encontrado en la estación del Desierto, y al saber que habías llegado vino conmigo. Quiere hablarte: dice que te esperaba con impaciencia. Sánchez Morueta hizo un gesto de desprecio. Que aguardase. Algún asunto urgente de la fundición. ¿Qué le importaban á él los altos hornos, y las minas y los barcos?

Todo en él era fuego, conversación, impulso; el gesto se adelantaba á la palabra; la palabra á la idea. Su alma parecía un desbordamiento. Tanta vivacidad y tanta belleza impresionaron las viejas pupilas, llenas de experiencia, de Sevestre. ¿ has trabajado alguna vez? le preguntó. Nunca. Entonces... Pero no importa.