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A usted le habrán recomendado decía el compañero de Gabriel que guarde respeto al templo: que si desea echar un cigarro se vaya a la galería del Locum; que si quiere cenar se meta en la sacristía. Lo mismo me dijeron a cuando entré al servicio de la catedral. Palabras de gentes que se quedan a dormir en sus casas, muy tranquilas.

»Las que más se distinguen ahora son las mencionadas Escribanas y de Codillo. Las primeras, llamadas así por ser hijas del difunto escribano Garduño, que dejó bastante dinero, aunque no lo que suponen las gentes, son tres y la madre: ésta bajita y gorda, y aquéllas altas y delgadas, no de mal parecer, pero tampoco guapas.

Caminaba pues al cadahalso, atravesando inmensas filas de gentes curiosas; ninguno se atrevia á condolerse de él, pero se agolpaban para exâminar qué cara ponia, y si iba á morir con aliento. Sus parientes eran los únicos afligidos, porque no heredaban, habiéndose confiscado las tres quartas partes de su caudal á beneficio del erario, y la restante al del envidioso.

Y de allí el Viracocha se partió y vino haciendo sus gentes, como ya habeis oido, hasta que llegó al Cuzco; donde llegado que fué, dicen que hizo un Señor, al cual puso por nombre Alcaviza, y puso nombre ansímesmo á este sitio, do este Señor hizo, Cuzco; y dejando órden como despues quél pasase produciese los orejones, se partió adelante haciendo su obra.

Se cansa de aplaudir cuando escucha las óperas de Rossini, de Donizetti y de Auber: diríase que un millón de notas, revueltas en sabrosa ensalada, tiene un no qué que halaga los oídos de esas gentes.

Al alejarse este peligro cesaron de sonar los instrumentos. Febrer vio al Cantó que se apoderaba del tamborcillo, sentándose en el espacio libre que antes ocupaban los bailarines. Las gentes se agruparon en semicírculo frente a él. Las respetables matronas avanzaban sus silletas de esparto para oír mejor.

Centenares de lavanderas, ó acaso mas de mil, estaban establecidas allí, levando ropa en las orillas, entre hileras y laberintos de estacas, perchas, ranchos de forma primitiva y construcciones de piedra y madera á estilo de embarcaderos ó muelles, destinadas á favorecer todos los trabajos de aquellas pobres gentes.

Semejante al antiguo Foro de Roma, punto de convergencia de las rutas del mundo entero, este salón atraía á las gentes desocupadas del planeta. Soñaban todos con poder ir alguna vez á arrostrar una moneda en la gran casa de juego mediterránea. El hombre de otros continentes, al desembarcar en el viejo mundo, inscribía Monte-Carlo en su itinerario de viaje.

Eso creo yo también; pero ¿y ciertas gentes? ¿pensarán lo mismo? ¿Se fía usted de , Nieves? Como de mi padre: se lo juro a usted. Pues entonces, ¿qué le importa a usted el juicio de esas ciertas gentes? Haga usted su gusto y ríase de ellas. ¿Lo cree usted, Leto? De todo corazón. Pues no se hable más de esto.. Y dígame usted. ¿está el día a propósito para salir a la mar?

Decían las gentes que algunas encopetadas señoras le habían pagado con dulzuras infinitas, más que los elogios para ellas, las censuras para otras.