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La resolución de Silas Marner de guardar la hija de la «vagabunda» fue un acto que no sorprendió menos a la gente de la aldea que el robo de su dinero, y las conversaciones versaron con frecuencia sobre este asunto.

En su mirada opaca, distraída, leíase bien que había pasado por muchos casos raros y terribles, que había tratado gente de la más opuesta condición social y que no carecía de inteligencia y sagacidad. Era un hombre habituado al dominio, no tan sólo por su posición, sino por su valor, del que se decían cosas pasmosas en Sevilla.

Venialvo, Gallego, Ruiz Romero, Y el gallardo de Leiva, muy valiente, Villalta con Mosquera, compañero, A su opinion trageron mucha gente; El camino, decian, carretero Es atajar el mal é inconveniente, Que estamos de Garay muy oprimidos, Conviene abrir los ojos y sentidos.

La gente silbaba, me tiraban boteyas... hasta le fartaron a mi probe mare, ¡y tan contento!... ¡Cómo te divertirías, ¿he? sinvergüensón!... Su mirada de ebrio creyó ver temblar con estremecimiento de risa el brillo del hocico barnizado y la luz de los ojos de cristal. Hasta se imaginó que el cornúpeto movía el testuz, asintiendo a esta pregunta con una ondulación de su cuello colgante.

Demasiado sabe usted que la tiene ganada. Carlota gozaba tranquilamente del triunfo de su marido, aunque sin comprender bien por qué la gente daba tal importancia a aquellos muñecos de yeso. D.ª Carolina estaba igualmente asombrada de que se hablase de dinero tratándose de estatuas.

¡Qué gente aquella tan feliz! ¡Qué envidiable cosa aquel ir y venir en carruaje, viéndose, saludándose y comentándose! Era una gran recepción dentro de una sala de árboles, o un rigodón sobre ruedas. ¡Qué bonito mareo el que producían las dos filas encontradas, y el cruzamiento de perfiles marchando en dirección distinta!

Pero aun debemos desconfiar de que verifiquen la evacuacion de Albuquerque que han prometido; porque despues que la ofrecieron han quintuplicado su guarnicion y la de Coimbra, llevando á ellas los gefes mas acreditados, y han reconocido, é intentado establecerse en los 21°: y á esta hora ya lo hubiesen hecho, si no los hubiésemos prevenido, segun dicen las últimas noticias, que, aunque adquiridas por los bárbaros, se hacen creibles en vista de la gente que han hacinado; con la que quizás nos hubiesen ya atacado, si no hubiesen visto que no pueden entrar en contiendas efectivas con nuestros buques.

Me dijo que a los reyes les obliga a casarse no quién; creo que la Constitución. Parece que la gente del pueblo, o la Constitución no bien exige que se asegure la sucesión de la corona. En las monarquías dice Petrona todo marcha sobre seguro. En cambio aquí, nadie estát seguro; siempre está una pensando: si destituirán a este yerno, si lo echarán al otro; en fin, una intranquilidad terrible.

Quiso, con todo eso, el Apostólico Padre pasar adelante, pero halló la gente confinante tan envenenada por aquella cruelísima matanza, urdida y maquinada á traición, que quería vengar la injuria en las vidas de los nuevos cristianos; por lo cual le fué preciso retirarse con presteza para que los inocentes no pagasen la pena de los culpados, difiriendo la empresa para cuando el tiempo pusiese en olvido el agravio y desahogando entre tanto su celo en otras tierras, cuyos moradores iba juntando en la nueva Reducción, la cual trasladó á sitio más cómodo para la salud de los cathecúmenos, en una llanura que de la banda de Oriente miraba á los Puyzocas, por el Norte á los Cozocas y á los Cosiricas por Occidente.

Montaba, como hemos dicho, Cervantes la galera Marquesa, que era de las de Andrea Doria, con la gente de infantería del capitán Diego de Urbina; y cuando a la vista la una de la otra las dos escuadras, llegó el punto del rompimiento de la batalla, Cervantes, que muy enfermo y con calentura estaba en el entrepuente, subió a la cubierta y pidió le pusiesen en el lugar de más peligro; advirtiole Diego de Urbina que mirase que estaba enfermo, y que de muy poco podía aprovecharse su esfuerzo cuando tan sin fuerzas se hallaba; a lo que respondió Cervantes, y a lo que otros como el capitán le decían: Señores, ¿qué se diría de Miguel de Cervantes?