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Colgóle D. Gabriel y prestamente, Despacha á Santa Cruz de aquel paraje Los indios Guaranies, y la gente Que dije que vinieron, y un mensage A D. Diego le envia diligente, La palabra le dando y homenaje, Que venga, que al Virey hará servicio, Y que él le será en todo muy propicio.

La gente murmuraba que el comendador había empleado su sangre para mágicos bebedizos. Don Príamo quería volver a la juventud: ansiaba reanimar con fuego vital sus fuerzas pasionales.

¿Y bien, Alvarez? preguntó Massareo que no comprendía la obstinación del barco cañoneado. Señor, todas las balas le han caído encima y el maldito no se menea. Y sin embargo, hay gente a bordo, lo juraría por mi rosario.

Los amos de las barcas se calientan el caletre buscando un nombre bonito para pintarlo en la popa. Una la Purísima Concepción, otra Rosa del Mar, aquélla Los Dos Amigos; pero llega la gente con su manía de sacar motes, y se llaman La Pava, El Lorito, La Medio Rollo, y gracias que no las distingan con nombres menos decentes. Sólo con este apodo la conocen. Bien le interrumpí, pero ¿y El Socarrao?

De nombre dijo Benina medianamente interesada en la historia. Pues ese sinvergüenza, tras apalear a mi hermana, nos empeñó los mantones y las enaguas. Debe usted de conocerle, porque otro más granuja no lo hay en Madrid. Le llaman por mal nombre Si Toséis Toméis... y por abreviar le decimos Toméis. No le conozco... Yo no me trato con gente de esa».

Verdaderamente fué inhumanidad grande de Barahona dejar morir aquella gente, pudiéndola remediar con bien poca de agua.

Y los dos amantes, en una continua borrachera, que apenas se desvanecía era reforzada, como si temiesen perder la ilusión viéndose fríamente sin la engañosa alegría del vino, iban de un lado a otro, cual un vendaval de escándalo, entre los aplausos de la gente joven y la indignación de las familias. Salvatierra escuchaba a su discípulo con gesto irónico. Le interesaba Luis Dupont.

Se cree que el combate es inevitable, y la mayor parte de los navíos tienen falta de artilleros. ¡Jesús, María y José! exclamó Doña Francisca más muerta que viva . ¿También a usted se le llevan? Pues me gusta. Pero usted es de tierra, amiguito. Dígales usted que se entiendan ellos; que si no tienen gente, que la busquen. Pues a fe que es bonita la broma.

La gente es de buena estatura y bien hecha, aunque de color de aceituna. Hay no pequeña parte del pueblo que tiene como de herencia un género de lepra, que parece que los cuerpos están cubiertos de escamas de pescado, pero no les causa molestia ni fastidio.

Otro don particular de Angustias era la pronta contestación que daba a las numerosas y peregrinas preguntas que solía hacerle la gente menuda. Era tal la espontaneidad de la respuesta y tan grande el aplomo con que la daba, que jamás pusimos en tela de juicio la solución por ella propuesta a cualquier problema que se presentaba a nuestros infantiles cerebros.