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Su vasto cerebro tal vez hubiese salvado los rasgos geniales de aquella vieja monarquía asiática, y yo inmovilizé su acción creadora. Su fortuna hubiera podido reforzar el Erario, y yo la estaba disipando entre fiestas y prostitutas... ¡Amigos, conocí el remordimiento inmenso, colosal, de haber arruinado un Imperio! Para olvidar este complicado tormento, me entregué a la orgía.

Es verosímil que la contemplación continua de este desconsolador espectáculo tuviera gran parte en los cambios geniales de la marquesa; y, sin embargo, no concordaban tampoco las manifestaciones de ésta con la tristeza y gravedad del motivo, aun sin tener en cuenta los extremos de locura a que la condujo el nacimiento de aquel hijo tan deseado.

Luís de Vargas dejó un nombre ilustre y Sevilla se honra con poderlo contar entre sus más inspirados y geniales artistas.

Por primera vez preséntanse allí con caracteres definidos las viejas sociedades Chimus y del Titicaca, corroborando, en mucha parte, las deducciones geniales de nuestro ilustre historiador doctor don Vicente Fidel Lopez, sobre los Atumurunas, contenidas en su libro «Las razas arianas del Perú».

Y en esta tarea empeñado, tenía a veces inesperadas y súbitas salidas de su carril, aunque no del campo de sus disertaciones, verdaderamente geniales. Y enseguida vinieron las probanzas originalísimas.

Pensaba en los pintores de bocetos «geniales» que nunca llegan a terminar un cuadro; en que hacen concebir optimistas ilusiones con fragmentos poéticos o cortos relatos y jamás pueden escribir un libro. Mina decía bien: no bastaba cantar la dulce romancita, breve como un suspiro; había que cantar la ópera entera, sin ronqueras ni desfallecimientos.

Algunos, con inagotable generosidad, sentían el deseo de hacer partícipes de su estupenda fortuna a todos los allegados, y cada mañana admitían un nuevo socio, ofrecían graciosamente una parte a un nuevo auxiliar, hasta el punto de no saber con certeza qué restaría para ellos, los geniales inventores.

¡Lo sabe! ¡Qué exageraciones! exclamó aquí Leticia, no si por contener a Sagrario, o por irritar más sus intemperancias geniales. ¡Exageraciones! replicó la rubia imitando la voz y los ademanes de su amiga . ¿Por qué? ¿Porque digo lo mismo que estás pensando?

Conviene estudiar bien al vago para comprender que es un ser caracterizado por el desarrollo prematuro de la adquisitividad, del disimulo y de la adaptación. No se explican de otro modo la gran precocidad ni los rasgos geniales que son desesperación de la Policía y espanto de la sociedad en criminales de diez y ocho y veinte años.

Era una combinación sencilla, como todas las cosas geniales. Por ejemplo... Y tendió su mano hacia una baraja que estaba en una mesa, sobre unos cuantos volúmenes encuadernados en rojo: las nueve sinfonías de Beethoven. ¡Ah, no!... El príncipe le contuvo con brusquedad, para que no se entregase á su manía demostrativa. Yo esperaba encontrar aquí á Atilio dijo luego suavemente.