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Taylor, que varias veces nos acusa de crueles, es cruelísimo con el pueblo español cuando le compara á un hidalgo empobrecido y casi hambriento, que lleno de vanidad y por seguir alternando con otros hidalgos ricos, es manirroto y despilfarrado, gasta más de lo que tiene y va derecho á la más espantosa ruina. Pues qué, ¿entiende el Sr.

Habrá que ve a la Macarena decían en los corrillos comentando la decisión del torero . La señá Angustias va a llená el «paso» de flores. Lo menos se gasta sien duros. Y Juaniyo va a ponerle a la Virgen toas sus alhajas. ¡Un capitá!... Así era. Gallardo reunía todas sus joyas y las de su mujer para que las luciese la Macarena.

Pero todo eso es impotente: el mal sigue y el número de los indigentes aumenta sin cesar, no obstante el oro que se gasta para oponerle una barrera.

43 Estaba el gaucho en su pago con toda siguridá, pero aura... ¡barbaridá!, La cosa anda tan fruncida, que gasta el pobre la vida en juir de la autoridá. 44 Pues si usté pisa en su rancho y si el alcalde lo sabe, lo caza lo mesmo que ave aunque su mujer aborte... ¡no hay tiempo que no se acabe ni tiento que no se corte!.

La existencia de don Juan es continuo pensamiento en la mujer: si duerme, sueña con ella; si vela, medita enseñorearse de alguna; si come, es para adquirir vigor; si bebe, para que la imaginación se le avive y abrillante, inspirándole frases apasionadas; si gasta, es por ganar voluntades; si descansa, es para aumentar el reposo de que nace la fuerza.

En Petrel, en este pueblo oscuro, en este pueblo diminuto, ¿hay un hombre que gasta monóculo? Y ¿este monóculo tiene una cinta ancha y una gruesa armadura de concha? Y ¿es más grande, y más recio, más formidable, más agresivo que el suyo?

Pero se dirigió a su casa, y en la puerta le recibió la Loca con cabriolas de gozo, olisqueando el hinchado pañuelo, que se estremecía con palpitaciones de vida. Toma, perdida dijo jadeante por el calor y el cansancio de la carrera ; aquí tienes tus granujas. Por esta vez pase, te lo perdono, porque eres un animal y no sabes cómo las gasta Pepe el carretero. Pero otra vez... ¡hum!... a la otra...

Y querría ya verme en camino, sólo por vella; que ha muchos días que no la veo, y debe de estar ya trocada, porque gasta mucho la faz de las mujeres andar siempre al campo, al sol y al aire.

Me aplico, pues, con amargura aquella pregunta del poeta: ¿Qué le queda al demonio, ¡vive Cristo!, Si se le quita la opinión de listo? »Y sin vacilar respondo: Nada. Pronto no quedará nada para en el corazón de ella, sino ofensiva compasión, si no gasta toda la que tiene en compadecerse a misma. Y más vale que no me compadezca.

«Su señoría gasta ahora pocas palabras dijo Encarnación . Le hemos de poner dentro de un cántaro en un cuarto obscuro, como a las maricas, para enseñarle a hablar... ¿Quieres ver que pronto se despabila el pájaro? Pues enséñale el cañamón. Verás...».