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El talle, la habla, los meneos, hasta en esa señal de la frente, que en V. Md. debe de ser herida y en él fue un palo que le dieron entrando a hurtar unas gallinas. ¡No he visto tal cosa! Digo, señor, que es admiración grande, y que no he visto cosa tan parecida. -Dolo al diablo -dije yo- y ¿no ahorcaron ese ganapán?

Ellos sirven de diversión en las convulsiones y estertores de la agonía; derraman por la arena su sangre y sus entrañas; se pisan al andar el redaño y los sueltos intestinos, y andan, no obstante, a fuerza de los espolazos del picador y en virtud de los palos que sacude en sus descarnados lomos un fiero ganapán, quien innoble y grotescamente va por detrás dando aquella paliza, a fin de aumentar el dolor y sacar del dolor un resto de movimiento y de energía en un ser moribundo, que, si no tiene pensamiento, tiene nervios y siente como nosotros.

Los infelices caballos, que se van pisando las tripas, y que todavía en las ansias de la muerte, andan por el circo a fuerza de palos, que un rudo ganapán va sacudiendo sobre sus costillas, será el espectáculo más nacional de todos, pero es espectáculo feo, villano, horrible y repugnante por todo extremo.

Escrito lo que antecede, he leído una comedia de Diamante, Cuánto mienten los indicios y Ganapán de desdichas, y su argumento es el mismo que el de la comedia de Calderón, por cuyo motivo hemos de suponer que han dado origen á ambas un suceso verdadero ó alguna novela. Machtig flammt Cupido's Kerze, Durch Gefahr umsonst verdüstert, Und die Liebesklage flüstert In das Echo leichter Scherze.

Un cualquiera, un ingeniero como hay tantos, un trabajador de levita, qué necesita de protectores como tu padre para ganar la comida. ¡Mire usted que estaría bien, ver á la hija de Sánchez Morueta casada con un ganapán, de esos que creen ser los hombres más útiles de nuestro siglo, porque echan rayas y manejan números! Eso de las princesas casándose con pastores, sólo se ve en las comedias.

El señor de Elorza quiso internarse por la muchedumbre, pero encontrando resistencia por lo apretada que estaba, echó las manos al cuello al primer ganapán con quien tropezó, y lo hubiera asfixiado seguramente a no haber intervenido los soldados, que sujetaron por detrás al irritado padre.

El obrero, el habitante de los arrabales y el ganapan de las calles y del puerto, al contrario, son ásperos en todo, de mala índole, de instintos pendencieros y brutales.

Y tuve mérito, porque la escena era divertida. ¡Cállate, hija mía, cállate!... Ese ganapán, ese perdido merecería seis meses de castillo por haberse permitido pensar en ti... ¡Si volviera el antiguo régimen! Si se nos permitiese solamente hacer que nuestros criados dieran una buena paliza a esos insolentes... acentuó la señora de Brenay, no pasarían estas cosas.

En vista, pues, de la anterior consideración, yo tengo por evidente que el pobre ganapán, el obscuro y desvalido destripaterrones, está por lo menos tan interesado como el Fúcar o el Creso, en la prosperidad y buena gobernación de la república.

Y ¿qué mayor que pintarnos un viejo valiente y un mozo cobarde, un lacayo rectórico, un paje consejero, un rey ganapán y una princesa fregona? ¿Qué diré, pues, de la observancia que guardan en los tiempos en que pueden o podían suceder las acciones que representan, sino que he visto comedia que la primera jornada comenzó en Europa, la segunda en Asia, la tercera se acabó en Africa, y ansí fuera de cuatro jornadas, la cuarta acababa en América, y así se hubiera hecho en todas las cuatro partes del mundo?