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Montenegro, a pesar de su vida sedentaria de oficinista, sentía removerse en él atávicos entusiasmos a la vista de un corcel de precio; sentía la admiración del nómada africano ante el animal, eterno compañero de su vida. De la riqueza de su jefe don Pablo, sólo envidiaba la docena de caballos, los más caros y famosos de las ganaderías de Jerez, que tenía en sus cuadras.

Y señalando a cada uno de los animales, hablaba de miles y miles de pesetas, enorgulleciéndose de que tales tesoros estuviesen confiados a su custodia. El hierro de Matanzuela, la marca con que se señalaba a las jacas salidas del cortijo, valía tanto como los certificados de los ganaderías más antiguas.

Allá en Andalucía era Gallardo el héroe, producto espontáneo de un país de ganaderías. Aquí le parecía un cómico, con su cara afeitada y sus ademanes de cabotin acostumbrado al homenaje público: un cómico que en vez de dialogar con sus iguales despertaba el escalofrío trágico luchando con fieras.

Una mujer elegante, de las que aquí no se usan, trayendo sus ropas y sombreros de París, su perfumería de Londres, y además amiga de reyes... Como si dijéramos marcada con el hierro de las primeras ganaderías de Europa... Andaban como locos tras de sus pasos, y la niña les permitía ciertas libertades, queriendo vivir entre ellos como un hombre.

Próxima á las costas de Luzón; en sus feraces territorios apacentan las más famosas ganaderías del Archipiélago. Mindoro. Muy extensa, pero tan despoblada, que sólo cuenta con unos 67.000 habitantes en los 10.167 km. superficiales que la constituyen.

No siguió diciendo el señorito; para Salvatierra una camisa de fuerza, y que vaya a propagar sus doctrinas en una casa de locos lo que le quede de vida. El público de Dupont aprobaba estas soluciones. Los dueños de las ganaderías de caballos, viejos de patillas entrecanas que se pasaban las horas mirando la botella con un silencio sacerdotal, rompían su gravedad para sonreír al joven.

Tuve que sufrir toda clase de privaciones: hasta pasé hambre muchas veces. Y eso que tenía cerca el ferrocarril, y los ríos podía remontarlos en buques de vapor en vez de ir a remo, y el trasatlántico me traía en menos de un mes los encargos de Europa... Entonces me di cuenta de lo que hicieron los primeros españoles, sin otros medios de comunicación que la recua o la carreta, teniendo que echar seis u ocho meses para recorrer distancias que hoy salva el ferrocarril en dos o tres días. Cuando querían remontar el Paraná, yendo de Buenos Aires a la Asunción a remo y a vela por las revueltas del río, les costaba este viaje tres veces más tiempo que para ir a España. Naves de la Península llegaban muy de tarde en tarde, si es que no naufragaban. Y a pesar de tantos obstáculos, nuestros ascendientes fundaron los núcleos de las ciudades que ahora tenemos, crearon las primeras ganaderías, adaptaron a nuestro suelo los productos del viejo mundo, lo prepararon todo para que los europeos que llegasen después no se murieran de hambre... El español colocó la mesa en América, fabricó los asientos y puso el pan.

Pero pronto quedó sentado que nada modificaría en las horas de felicidad los proyectos madurados en las de angustia. El mes de agosto expiraba y Julio Harvey anunciaba el propósito de marchar á Portsmouth para hacer provisiones de carbón y de víveres á fin de volver á América. Tenía que arreglar negocios en su país y sus hijos debían volver á los prados para vigilar las ganaderías.