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Allá en su tierra se había sostenido agarrada á las crines de un caballo antes de saber andar. En París se metía audazmente entre los vehículos y atropellaba á los transeuntes, viéndose atajada por la policía en sus locos galopes. El coronel intentaba seguirla silenciosamente, pero con el corazón oprimido.

Watson parecía triste, y se limitó á contestar: Como hoy no trabajamos, voy á dar unos galopes por el campo. Al marcharse el joven acabó Robledo de vestirse, paseando después por el comedor. Cuando en sus evoluciones pasaba ante la puerta de la pieza ocupada por Torrebianca, sentía la tentación de entrar. Deseaba ver á su amigo. Un vago presentimiento le infundía cierta inquietud.

Renanció a las costumbres violentas de campaña, á los largos galopes, al automóvil sucio y hasta á las palabrotas aprendidas en sus años de existencia varonil. Fué en adelante la «señora generala» y quiso rivalizar con Martínez en esplendores de lujo. Las gentes de la ciudad casi se sintieron cegadas por el resplandor de las joyas que en ciertos días la cubrieron desde la garganta al vientre.

Ahora, el Mosco tenía otro perro, el segundo Puesto en ama, una verdadera alhaja, pero de menos mérito que el otro, y con él continuaba sus expediciones de «dañador», sus audacias de furtivo, saliendo de ellas en algunas ocasiones chorreando sangre, pero abriéndose paso siempre por entre los disparos de los guardas y los galopes de los vigilantes montados. ¡El plomo que aquel hombre llevaba en el cuerpo!...

La época de la Revolución, cuando estaban caídos y había que hacerse respetar escopeta en mano; las desesperadas batallas electorales, en las que se alcanzaba el triunfo pasando sobre algún muerto; los galopes audaces en víspera de escrutinio, a través de los campos, envueltos en la sombra de la noche, sabiendo que por cerca estaba emboscado el roder de carabina certera, que había jurado su muerte; los procesos interminables por coacción y violencias que hacían vivir en perpetua angustia, esperando de un momento a otro la catástrofe final, el presidio con la pérdida de los bienes.

¡Y lo haremos en grande!... ¡Yo ya me vengo riendo de pensar en las consecuencias de los primeros galopes!... ¿ has andado muy poco a caballo, Ricardo? ¡No he andado en mi vida! Le daremos un caballito manso dijo Baldomero, que en ese momento se había aproximado al break; el malacara de la niña Lola... ése es como ir en coche... ¿Será como ése?...

Miguel comprendía bien cuándo convenía soltarla. ¡Eres un loco incorregible!... ¡Eres más chiquillo aún que tu hermana! Vamos, cállese V., señora, o volvemos a dar otros seis galopes. No, no, me marcho, porque eres muy capaz de hacerlo decía riendo. Estas sonrisas tenían para nuestros jóvenes el incalculable valor que tiene para los habitantes de Londres un rayo de sol en medio del invierno.

Cuántos palos llevaba y si éstos tenían ó no caída hacia popa ó hacia proa. Si los palos eran enterizos y si en las fogonaduras llevaban capas para impedir el paso del agua al interior del buque. Si llevaban masteleros para las velas altas ó simplemente galopes ó prolongaciones de los palos por encima de las encapilladuras de las jarcias firmes.