United States or San Marino ? Vote for the TOP Country of the Week !


Gabriel explicó su llegada en la noche anterior; su permanencia ante la iglesia desde antes de amanecer, esperando el momento de ver a su hermano. Ahora vengo de Madrid; pero antes he estado en muchos sitios: en Inglaterra, en Francia, en Bélgica, ¿quién sabe dónde? He rodado de un pueblo a otro, siempre luchando con el hambre y con la crueldad de los hombres.

Arrojóse en una silla junto a mi cama, y cuando los dos ancianos se retiraban a su aposento, me habló así: Gabriel, ¿ya estás bueno? ¿Has recobrado el juicio? ¿Entiendes lo que se te dice? ¿Dónde está Inés? le pregunté con ansiedad. ¡Oh, desgraciado de ! exclamó, ocultando el rostro entre las manos . estás enfermo todavía, y si te doy la noticia... ¿Que dónde está Inés?

Entonces preguntó Gabriel , ¿por qué no hay luna siempre, ya que la hicieron para alumbrarnos? Se hizo un largo silencio. Todos reflexionaban sobre la pregunta de Gabriel. El campanero, por tener más confianza con el maestro, osó preguntarle lo que todos ellos pensaban. ¿Qué era el cielo?, ¿qué había más allá de aquel azul...? La plaza había quedado desierta y en la obscuridad.

Al salir al claustro por las mañanas, poco después de amanecer, la primera persona que veía Gabriel era don Antolín, el Vara de plata. Este sacerdote ejercía autoridad a modo de gobernador de la catedral, pues a sus órdenes estaban los servidores laicos y bajo su inspección se hacían todos los trabajos de escasa importancia.

Cuando el Tato amenazó con su bastón a un mastín que se pegaba a las piernas de sus amos, aquella gente sencilla se decidió a salir del templo antes que abandonar al fiel compañero de su vida selvática. Gabriel miró por la verja del coro. La sillería alta y la baja estaban ocupadas.

Y añadía con expresión cariñosa, que contrastaba con su carácter rudo y taciturno: Ven, Gabriel: te esperamos en mi casa. Cuando te canses de hacer compañía a tu sobrina y de oír a ese loco de don Luis, sube un rato. No podemos pasar sin tu palabra. Don Martín está entusiasmado desde que te oyó la otra tarde. Desea verte; dice que iría de un extremo a otro de Toledo por escucharte. Quiere que le avise así que te decidas a reunirte con los amigos; y eso que don Antolín, hablando con él, te puso de loco y de hereje que no había por dónde cogerte...

»¡Ay, pobrecito! ¿Lo comprendes ahora? ¿Llegarás a entender que hay en el mundo alguien que puede ponerse en parangón con el Sr. D. Gabriel Tres-al-Cuarto? Reflexiona bien, hijo; reflexiona bien quién eres . Un buen muchacho y nada más. Excelente corazón, despejo natural, y aquí paz y después gloria. En punto a posición oficialito del ejército... bien ganado, eso ... pero ¿qué vale eso?

Había que saber si cuando todo fuese de todos, cuando el hombre tuviese reconocido su derecho a la felicidad, sin leyes ni coacciones que le obligasen a la producción, querría trabajar, siendo el trabajo una necesidad y no una virtud, como dicen para embellecerlo los que lo explotan. Gabriel afirmaba rotundamente la laboriosidad del porvenir.

Murió también dijo con sequedad. ¿También Sagrario ha muerto? preguntó; Gabriel con extrañeza. Ha muerto para , y es lo mismo.... Hermano, por lo que más quieras en el mundo, no me hables de ella. Gabriel comprendió que despertaba una pena grande con sus preguntas y no dijo más, emprendiendo de nuevo la ascensión.

¿Pero ella es...? preguntó con extrañeza Gabriel. ¡Claro que es lo que usted piensa! ¿Qué otra cosa puede ser? Estaba en el Colegio de Doncellas Nobles desde niña, y apenas vino a Toledo el cardenal, la sacó, llevándosela a palacio. ¡Qué enamoramiento tan ciego el de don Sebastián! Y el caso es que la cosa no lo vale: una señoritinga delgaducha y pálida; ojos grandes y buen pelo: eso es todo.