United States or Fiji ? Vote for the TOP Country of the Week !


Desde que un ladrón «muerto de hambre» había logrado imponerse á todos ellos, los propietarios se reían, y para vengarse de diez años de forzada mansedumbre, se hacían más malos que el famoso don Salvador. Veritat... veritat decían en todo el corro, apoyando las razones de Pimentó con furiosas cabezadas. Verdad... verdad.

Por donde en las historias, más mujeres se encuentran que se mataron desesperadas, que no hombres: sin que por eso nadie las alabe de valientes, o las deje de abominar por furiosas, con que no viene a ser más que una vil cobardía, lo que a la necedad parecía valor, como discurrí largamente en otro escrito Olimpo Máxima 9.

A solas con el dolor, el señor de Elorza sintió más vivo su desconsuelo y más profunda su desgracia. En la juventud apenas hay una que no sea reparable. Las pasiones, los sentimientos son más intensos, pero también más fugaces. Se vive de lo porvenir, y al través de las más negras y furiosas borrascas, nunca deja de lucir algún punto luminoso que nos promete consuelo.

Desde que las Cortes Constituyentes votaron la monarquía, Amparo y sus correligionarias andaban furiosas. Corría el tiempo, y las esperanzas de la Unión del Norte no se realizaban, ni se cumplían los pronósticos de los diarios. ¡Que hoy!... ¡que mañana!... ¡que nunca, por lo visto! ¡En vez de la suspirada federal, un rey, un tirano de fijo, y tal vez un extranjero!

El viajero, entretanto, sintiéndose á discrecion de aquellos salvajes y de diez mulas furiosas, se agita en un drama cómico de las mas vivas emociones, acabando por resignarse á todo. Imagínese lo que habrá de sentir el que, saliendo de un magnífico tren de ferrocarril, se entrega por primera vez á esa pesadilla sin sueño que se llama un viaje en diligencia.

Á todo respondía con palabras descompuestas y furiosas, agitado por un frenesí de cólera que no le permitía ni ver claro ni hablar con coherencia. Por último, se despidió, dejando á su primo inquieto y melancólico, y emprendió la vuelta de Entralgo en un estado de exaltación que no predecía nada bueno.

Los músicos seguían cantando, pero con suspiros melancólicos, al abrigo de una esquina, para librarse de las ráfagas furiosas del mar. «¡Morir... morir per te!», gemía una voz de barítono entre arpas y violines... ¡Y ella llegó!

Robledo, que pasaba á caballo entre los grupos, adivinó por algunas palabras sueltas la cólera que empezaba á conmoverlos. Precisamente en aquellos momentos la expedición iba desfilando ante la antigua casa de Pirovani. Las mujeres eran las que se mostraban más furiosas y lanzaron los primeros gritos agresivos mirando las ventanas del edificio. ¡Muera la Cara Pintada! ¡Muera la gran...!

Pasado un rato, Manolo se alejó de nuevo cautelosamente, y, rodeando el grupo, fue a situarse en el extremo opuesto. Desde allí lanzó otros tres lamentos como los anteriores, y el mismo ladrido atronador pobló el espacio respondiendo a ellos. La muchedumbre se alborotó nuevamente, pero con mucho mayor estrépito. Todos hablaban a un tiempo y lanzaban furiosas exclamaciones. ¡Esto es horrible!

Así, en su casa, que un corredor ponía en comunicación con su teatro, Margarita reunía todas las noches á los prohombres de aquella época de furiosas tormentas políticas, y bajo los ojos conciliadores, un poco burlones, de la actriz, los Montañeses y los Girondinos deponían sus odios pasajeramente y se daban las manos.