United States or Kuwait ? Vote for the TOP Country of the Week !


Los soldados de las galeras disparaban infinita artillería, a quien respondían los que estaban en las murallas y fuertes de la ciudad, y la artillería gruesa con espantoso estruendo rompía los vientos, a quien respondían los cañones de crujía de las galeras.

Aresti vió pasar á Urquiola con el revólver fuera del bolsillo, seguido de alumnos de Deusto y de fuertes aldeanos, como un cabecilla, orgulloso de poder realizar dentro de Bilbao lo que sus antecesores sólo intentaron en las montañas inmediatas, durante los dos famosos sitios. ¡Viva Vizcaya! ¡Viva la religión y Nuestra Señora de Begoña! ¡Mueran los liberales!

12 En ese día vendrá hasta ti desde Asiria y las ciudades fuertes, y desde las ciudades fuertes hasta el Río, y de mar a mar, y de monte a monte. 13 Y la tierra con sus moradores será asolada por el fruto de sus obras. 14 Apacienta tu pueblo con tu cayado, el rebaño de tu heredad, que mora solo en la montaña, en medio del Carmelo; pazcan en Basán y Galaad, como en el tiempo pasado.

Gran parte de las heregías que en todos los tiempos han infestado la Iglesia, han nacido de imaginaciones fuertes, y fecundas.

Y empezó Nieves a relatar; y relatando ella punto por punto todo lo ocurrido aquel día memorable, con la más escrupulosa minuciosidad, y aun recargando los trazos y los colores en algunos pasajes, como si intentara grabarlos hondamente en la memoria y en el corazón de su padre; oyendo él absorto, estremeciéndose a menudo, aterrado en ocasiones, descolorido y suspenso siempre; preguntando y repreguntando a veces para apurar la materia, y llevando, por último, ella y él la conversación a los sucesos domésticos que tuvieron origen en el relatado por Nieves, se les fue pasando la mañana hasta la hora de comer; llegó entonces don Claudio Fuertes, y aconteció lo que el lector verá en el siguiente capítulo, que, si no es el último de la presente historia, ha de andar muy cerca de serlo.

Algún día serían tantos, que los fuertes, cansados de asesinar, aterrados por la inmensidad de su tarea sangrienta, acabarían por desalentarse, entregándose vencidos. El señor Fermín no percibió de este suplicio más que el silencio de la ciudad, que parecía avergonzada; el gesto de miedo de los pobres; la sumisión cobarde con que hablaban de los señores.

En general, es peligroso el reirse de opiniones sostenidas por grandes hombres en materias tan graves; porque si no aciertan, tienen por lo menos en su favor razones fuertes.

Quién, como don Benito, daba fuertes taconazos en el suelo mientras las bolas corrían; quién, como don Lorenzo, se inclinaba a un lado y a otro, se torcía y se retorcía como si de sus movimientos dependiese que la bola se inclinase a un sitio u otro; quién, por fin, como don Pancho, que era pequeño y gordo, casi cuadrado, se subía de un brinco al diván después de haber empujado la bola, para mejor ver los estragos que había hecho en los palos.

Siempre había en las cuadras caballos o mulas forasteras, masticando abundante pienso, y en los anchos salones se oía crujir incesante de botas altas, pisadas de fuertes zapatos, cuando no pateo de zuecos.

No es todo, me responden los ecos, no es todo. Voces fuertes y proféticas se levantan para siempre en nosotros y en toda ruina a la intención de los sabios, parecidas a los himnos de Memnon al Sol! Reinamos en los corazones de los hombres más poderosos; reinamos con despótico imperio sobre todas las almas gigantes. No somos impotentes nosotras, pálidas piedras.