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D. Álvaro de Sande. Había el Duque acordado de dejar al Maestre de campo Miguel de Barahona por gobernador del fuerte hasta que V. M. proveyese otra cosa, y que por aquel verano quedase en él 2.000 hombres, incluyéndose en este número los soldados y la demás gente necesaria, así para el servicio de la artillería y municiones, como para el de todas las cosas necesarias, y hobiese embarcado á los 10 de mayo toda la gente que había de venir en cristiandad, excepto alguna parte de los alemanes y muy italianos, que entre todos no habían 400 hombres, que con facilidad con dos barcadas con los esquifes de galera se embarcaron todos.

¡, hombre!, te acompañará Juancito... y llevará el «tostado» ¡que es de «anca»!... por si hay que traer a la «Pampita». Te ha dado fuerte con la «Pampita»... ¡Más fuerte te ha dado a ti! ¿Y qué camino debemos tomar, Baldomero, para evitar un nuevo encuentro con Anastasio? Juancito le dirá, don Ricardo; pueden pasar por el campo de los Gómez, ¿sabe don Melchor? que no es una vuelta grande.

Un fuerte olor de drogas y medicinas partía de los frascos acumulados en la mesilla de noche; pero Marta no se mareaba con ningún olor, ¡tenía la cabeza firme!, y su salud, jamás alterada, era la envidia de todos los de casa. Ricardo también se sentaba a veces a los pies de la enferma.

13 y sobre todos los cedros del Líbano altos y sublimes; y sobre todos los alcornoques de Basán; 14 y sobre todos los montes altos, y sobre todos los collados levantados; 15 y sobre toda torre alta, y sobre todo muro fuerte; 17 Y la altivez del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y solo el SE

La prueba está en que en tiempos de duda como los presentes siguen aferrados al catolicismo, que es el más fuerte puntal de su trono.

Puede que ». El apetito del corazón, aquella necesidad de querer fuerte, le daba sus desazones de tiempo en tiempo, produciéndole la ilusión triste de estar como encarcelada y puesta a pan y agua.

En esto iba por el fuerte un capellán de Don Alvaro, que se decía Carnero, animando los soldados, diciendo que los que se habían ido lo habían hecho de cobardes y ruínes.

Pero el 10 de Agosto se aproximaba, se le sentía venir. Sabíase de antemano que el fuerte de las Tullerías sería atacado, que los días del rey correrían peligro; que la Constitución de 1791, pacto provisional de conciliación lo que debía ser más tarde: un refugio contra las derribado o elevarse triunfante entre ríos de sangre.

Me he acostumbrado a verte, necesito cuidarte, eres mi única familia; antes no tenía ninguna aspiración, vivía sin esperanza; ahora tengo una: verte sano y fuerte. ¿Y me dices con esa frescura que te vas...? No, no te irás.... Eso me faltaba: tras la hija, el hermano... ¡Que me maten de una vez! ¡Señor Dios, llévame contigo...!

De vez en cuando, vibraba una voz fuerte que decía: ¡Herminia!, y los pajarillos volaban espantados hacia el espeso follaje, la arena rechinaba bajo el peso de un pie varonil y aparecía la señorita Guichard con su labor, se sentaba cerca de su sobrina, bajo la sombra embalsamada, y se ponía á trabajar, manejando las agujas de su malla como si fueran espadas y atravesando la lana á grandes pinchazos, como si se hubiera tratado del pecho del aborrecido Roussel.