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Es el señor de Salmón. ¡Adelante! Tras él aparecen, pidiendo fuego y aceite y aromáticas especias, los primeros lenguados, y traen afectuosos recaditos de las ostras, que no pueden venir mientras los meses carezcan de r; y también asoman algunos rodaballos y menudos pajeles. ¿Quién más llega? La señora anguila, que viene en embajada de parte del agua dulce... ¡Adelante! En la religión.

De vez en cuando iba a verle para que no se apagase aquel fuego con que ella contaba para calentarse en la vejez. Miraba el molino como una caja de ahorros donde ella iba depositando sus economías de amor.

Pero en una mujer de tan viva imaginación, ¿será el amor duradero? ¿Podrá resistir a la prosa continuada del matrimonio? ¿No habrá miedo de que algún día esta vehemencia, este fuego, que es la esencia de su carácter la despeñen, tristemente para ella y para , sobre todo para Como éste era el fondo de mis cavilaciones aquellos días, no es extraño que le sacase la conversación a Villa.

¡Por el Cielo! ¡es el casco de la otra tartana el que hunden esos perros! exclamó Blasillo en voz baja, mostrando al gitano los restos del pobre buque, que, iluminado a cada andanada, comenzaba efectivamente a hundirse . ¡Fuego sobre ellos, comandante, fuego! Silencio, niño respondió el condenado. Y se llevó a la cámara a Blasillo, haciendo descender también a Bentek.

Una de estas espadas os presenta Mi airada furia, mi dolor insano, Que muriendo en batalla no se siente Tanto el rigor del ultimo acidente: Y el que privare del vital sosiego Al otro, por señal de beneficio Entregue el desdichado cuerpo al fuego, Que este será bien piadoso oficio.

Desde esta ventana percibieron con más intensidad el tiroteo de la primera línea. Los disparos parecían aproximarse. El comandante les hizo abandonar rudamente su observatorio: temía que se generalizase el fuego, llegando hasta allí.

La mirada de Isagani se iluminaba al hablar de aquel oscuro rincon; el fuego del orgullo encendía sus mejillas, vibraba su voz, su imaginacion de poeta se caldeaba, las palabras le venían ardientes, llenas de entusiasmo como si hablase al amor de su amor y no pudo menos de exclamar: ¡Oh! en la soledad de mis montañas me siento libre, libre como el aire, ¡como la luz que se lanza sin frenos por el espacio!

1 Y cuando Salomón acabó de orar, el fuego descendió de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria del SE

¡Ah, tantos años sin encontrar la verdad! ¡Pero ahora, al menos, la veía ante sus ojos como escrita en letras de fuego sobre el muro: librarse cuanto antes de la pesadumbre de la riqueza, ir en pos de la quietud, de la humildad, del escondrijo espiritual, lejos de la intriga mundana, lejos de los rostros crispados por la codicia y el odio, y dirigir todas las potencias del alma hacia el supremo objetivo de la salvación!

¿Hay fuego en el castillo? preguntó imperiosamente Clementina, que apareció en chambra y gorro de dormir. ¿Qué significa ese ruido, Bobart? ¡Ah! buena y querida amiga, balbuceó el abogado, ¡qué suceso! Pero ¿qué, qué ha sucedido? Habla, pues, en vez de gimotear! Pues bien ... ¡Tu sobrina ha partido! ¡Ha partido! exclamó la señorita Guichard. ¿Pero cómo? ¿Por dónde? Con su marido; por la puerta.