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3 Fuego irá delante de él, y abrasará en derredor sus enemigos. 4 Sus relámpagos alumbraron el mundo; la tierra vio, y se angustió. 5 Los montes se derritieron como cera delante del SE

3 antes anduvo en el camino de los reyes de Israel, y aun hizo pasar por el fuego a su hijo, según las abominaciones de los gentiles que el SE

Liette le dirigió su hermosa mirada húmeda y agradecida. ¡Qué bueno es usted, señor Hardoin! Cree usted que puedo dispensarme... Creo, querida niña, que la valentía no es la temeridad... Arrojarse al fuego para salvar a un semejante es muy hermoso... Pero exponerse sin utilidad no tiene nada de razonable. No somos salamandras, qué diablo... Gracias.

»Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos. Los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he desengañado con las palabras.

14 He aquí ha descendido fuego del cielo, y ha consumido los dos primeros capitanes de cincuenta, con sus cincuenta; sea ahora mi alma de valor delante de tus ojos. 15 Entonces el ángel del SE

Genio, inspiracion divina, Fuego devora mi mente, Y siento en el alma ardiente Una llama circular... Mas ¡qué importa! si á la tumba Pronto caerá el genio mio, Como el torrente bravío Que á morir en el mar!

Si hubieran sido maestros en el arte de torturar habrían inventado la pena de viajar en diligencia, y no habría quedado un solo hereje en la piadosa España. En mis cavilaciones sobre el infierno, en los ratos desocupados, no habia podido formarme sino una idea muy confusa de los terribles dramas de aquel mundo de cóleras, relámpagos y fuego.

Algunas veces conseguían hacer fuego; pero las balas se limitaban á agujerear su casco ó ciertas superfluidades del uniforme, sin tocar nunca su carne. Y él salía de estas pruebas sonriente y tranquilo, como de cosas ordinarias y bien sabidas de antemano. En cambio, la certeza de ser invulnerable le proporcionaba un gran empuje para la acción.

Diríase que era el genio protector de aquel lugar, el duende del Círculo Rojo; las notas del mantón, del pañuelo, de las flores y cintas se reunían en un vibrante acorde escarlata, a manera de sinfonía de fuego. Adelantose intrépida la muchacha levantando en alto el ramo y recogiendo, con el brazo libre, el pañolón, cuyos flecos le llovían sobre las caderas.