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No era el bueno de don Francisco el más rico americano de la Colonia; algunos millones más tenía don Frutos, pero al Vespucio de las Águilas «ni don Frutos ni San Frutos ni nadie le ponía el pie delante tocante al rumbo» y él era el único vetustense que hacía visitas en coche y tenía lacayos de librea con galones a diario, si bien a estos lacayos jamás conseguía hacerles vestirse con la pulcritud, corrección y severidad que él había observado en los congéneres de la Corte.

Es allí donde los definitivos resultados, los lógicos y naturales frutos del espíritu que ha guiado a la poderosa democracia desde sus orígenes, se muestran de relieve a la mirada del observador y le proporcionan un punto de partida para imaginarse la faz del inmediato futuro del gran pueblo.

En cuanto a papel, Isidro, que deseaba hojas de pergamino con cantos dorados para este documento destinado a larga vida, tuvo que contentarse con un bloque de hojas comerciales llevando en un ángulo el membrete del establecimiento: «Frutos López.

8 Y no mirará a los altares que hicieron sus manos, ni mirará a lo que hicieron sus dedos, ni a los bosques, ni a las imágenes del Sol. 9 En aquel día las ciudades de su fortaleza serán como los frutos que quedan en los renuevos y en las ramas. Como lo que dejaron de los hijos de Israel; y será asolamiento. 10 Porque te olvidaste del Dios de tu salud; y no te acordaste de la Roca de tu fortaleza.

La pobre Regenta estuvo elocuente; se figuró que el jefe del partido liberal dinástico la entendía, que no era como aquellos vetustenses de cal y canto que hasta se sonreían con lástima al oír tantos versos «bonitos, sonorosos, pero sin miga», según aseguró don Frutos en el palco de la marquesa.

De todas partes quería sacar provecho don Frutos, y prueba de ello es que decía, por ejemplo: «Que Manrique se enamora de Leonor, y que el conde también se enamora, y se la disputan hasta que ella y el perdulario del poeta amén de la gitana, se van al otro barrio, ¿y qué? ¿qué enseña eso? ¿qué vamos aprendiendo? ¿qué voy yo ganando con eso? Nada».

Demostrando grandes condiciones para la enseñanza, á Castillo acudieron no pocos discípulos, siendo su academia la que más frutos obtuvo para el arte, de aquellas otras que tenían en sus talleres el clérigo Roelas, Herrera el Viejo y Francisco Pacheco.

19 y la tierra dará su fruto, y comeréis hasta saciaros, y habitaréis en ella seguros. 20 Y si dijereis: ¿Qué comeremos el séptimo año? He aquí no hemos de sembrar, ni hemos de coger nuestros frutos, 22 Y sembraréis el año octavo, y comeréis del fruto añejo; hasta el año noveno, hasta que venga su fruto comeréis del añejo.

Así en el último ejemplo se dice que al hielo seguirá la perdicion de los frutos; pero no que si se pierden los frutos haya hielo; porque no se afirma que los frutos no puedan perderse por otras causas. Poco diré sobre las formas de argumentacion. Los dialécticos las han distribuido en muchas clases, y señalándoles abundantes reglas, todo con mucho ingenio.

Venid, Romanos, ya por los despojos Desta ciudad en polvo y humo envueltos, Y sus flores y frutos en abrojos.