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Nada tendríamos que ganar con hacer la guerra á la Triple Alianza; pero como también sería duro pelear contra nuestros simpáticos vecinos los franceses, amables difundidores por el mundo de las letras amenas y de las artes elegantes y deleitosas, lo mejor y lo más cómodo sería permanecer neutrales, á pesar de lo que he citado de Machiavelli.

Pero cuando acabé de leerla, ¡qué nueva y terrible fase tomaba la refriega entre los marinos y nuestros soldados! ¡Santo Dios! ¿Perderíase la batalla? Destrozados en el primer ataque los franceses, lo repetían sacando el último resto de bravura de sus corazones resecados por el calor, y volvían a la carga resueltos a dejarse hacer trizas en la boca de los cañones, o tomarlos.

De la una es héroe el actual emperador de los franceses; de la otra, el general Welington. La de Napoleon III es la siguiente. Cuando, ocurrido el movimiento de 1848, vino á Paris el actual emperador, se hospedó en una fonda que hay en la Plaza de Vendome.

Los alemanes, amontonados en Grand-Fontaine, huían en bandadas hacia Framont, unos a pie, otros a caballo, aligerando el paso, arrastrando pesados cajones, arrojando las mochilas y mirando para atrás, como si temieran que los franceses les fueran a los alcances.

Chistes, rarezas y exquisiteces por el estilo hay en los escritores y en los artistas de todas las nacionalidades, pero en los franceses se notan más a menudo.

Su Universidad, que habia sido fundada en 1426, llegó á ejercer en el país una especie de omnipotencia, hasta que los Franceses la suprimieron durante su dominacion de conquista.

Por último, un oficial que a escape volvía en dirección a la retaguardia, nos sacó de dudas, confirmando lo que en todo el ejército no era más que halagüeña sospecha. ¡Los franceses, los franceses venían a nuestro encuentro! Teníamos enfrente a Dupont con todo su ejército, cuyas avanzadas principiaban a escaramucear con las nuestras.

Ahora tengo la idea de que hay trescientas, cuatrocientas, tal vez quinientas palabras de vascuence, y que todas las otras son una hábil invención. Me he enterado, por ejemplo, de que mientras los vascos españoles le llaman al tenedor tenedoróa, los vascos franceses le dicen fourchetóa.

El cacao holandés se vende considerablemente en Inglaterra, y tiene mucha aceptación en los Estados Unidos, en tanto que los chocolates norteamericanos y franceses se venden en el orbe entero.

Con estas cosas ni tenemos posta ni quien lleve una carta. Sin embargo, yo recibí las que esperaba, y aquí estoy al fin, deseando, como los demás, que tropecemos con los franceses. Desde entonces fué Santorcaz el principal personaje de la cuadrilla después del amo, lugar que supo conquistarse con la desenvoltura subyugadora de su conversación.