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Propongo que en Francia, comandante y mostraba su copa medio vacía , porque, por mi Juana, ¡si los franceses se parecen a su vino!... Justo, Blasillo, justo. Como su vino, ellos estallan, chisporrotean y se evaporan.

Los franceses son más sajones; están más depurados de la raza árabe, en cuanto á la industria y al comercio, aunque en cambio han exagerado la voluptuosidad del Oriente en las creaciones del arte. Los españoles caminan hácia allá, caminan á grandes jornadas, de una manera fabulosa; pero la Francia les lleva un siglo en este viaje. La verdad, en su puesto.

Tomamos posiciones, y las tropas ligeras, ayudadas de un enjambre de paisanos, se diseminaron por las escabrosidades próximas, desde cuyos matorrales mortificaban a los franceses con fuego menudo.

Lo produce un plátano propio y peculiar de las Filipinas, y eso solo en la parte Sur, radicando el núcleo de su producción en la volcánica provincia de que venimos ocupándonos. Ni los ingleses en la India, ni los holandeses en Java, ni los franceses en Saigon y Conchinchina han podido dar vida en sus campos á tan preciada planta.

Corrigiendo las pruebas de tanto libro religioso notaba Gabriel el profundo respeto que aquella ciencia despreciada infundía a los buenos abates franceses, de cultura muy superior a la de los canónigos de allá abajo.

Vino a París un hombre atrevido y ambicioso, vio que los franceses vivían sin unión, y cuando llegó de ganarles todas las batallas a los enemigos, mandó que lo llamasen emperador, y gobernó a Francia como un tirano. Pero los nobles ya no volvieron a sus tierras. Aquel rey del oro y la seda, ya no volvió nunca. La gente de trabajo se repartió las tierras de los nobles y las del rey.

Sin embargo, los franceses, ansiando tomar la ofensiva, con ánimo de aterrarnos, acometieron a una columna de la vanguardia que se destacaba para ocupar una altura, y la lóbrega noche se iluminó con relámpagos, que interrumpiéndose luego, volvieron a encenderse al poco rato en la misma dirección.

Mandando en la lengua, mando en el alma; mandando en la boca, mando en la frente, y este es el gran terreno que hay que invadir, esta es la gran conquista que hay que hacer, este es el gran pueblo que hay que conquistar. Sin saberlo nosotros, sin apercibirnos siquiera, sin soñarlo, los franceses nos están invadiendo; los franceses nos ametrallan, en una guerra en que se lucha sin disparar tiros.

Don Marcelo se fijó en la transformación general del uniforme de los franceses. Todos iban vestidos de azul grisáceo de cabeza á pies. Los pantalones de grana, los kepis rojos que había visto en las jornadas del Marne, ya no existían. Los hombres que transitaban por los caminos eran militares. Todos los vehículos, hasta las carretas de bueyes, iban guiados por un soldado.

Citáronse para el mismo día, así como a los testigos; de pronto, el judío varía de opinión y viene solo, sin testigos, a manifestar que prefiere someterse al fallo del juez de paz de los franceses que al de Sid'Omar... En esto estaba el asunto cuando yo llegué.