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Llorente ofrece muchos ejemplos singulares de la severidad, con que celaba la Inquisición las fronteras francesas, y así lo vemos en la historia de Antonio Pérez. Ved sobre este punto el artículo que consagramos á Guillén de Castro y á Diamante.

El puente del vapor se iba llenando con la población heterogénea de pasajeros que se dirigían á distintos puntos de las costas españolas y francesas y á Amberes, Rotterdam ó Hamburgo. El capitán, tipo vigoroso y simpático, marino frances pur-sang, pasó revista á su equipaje, y hallándolo completo, asi como su lista de pasajeros, hizo levar anclas.

Le había dado a leer algunas novelas francesas que traía, y sobre su argumento y el mérito de los autores departían largamente en la mesa escuchados por los otros que apenas sabían de qué se trataba. Y al cabo de algunos días le propuso hacer su retrato.

Hasta entonces nada de políticas, nada de partidos; aún había muchos jóvenes que, preocupados con las doctrinas históricas francesas, creyeron que Rosas, su Gobierno, su sistema original, su reacción contra la Europa era una manifestación nacional americana, una civilización, en fin, con sus caracteres y formas peculiares.

Nos tienen arruinados. Alfonso está en Milly, en donde hay igualmente unos trescientos hombres; cuatro oficiales se alojan en la casa con sus caballos y sus asistentes. Se están temiendo siempre nuevas batallas; sin embargo, creo que se irán alejando de estos contornos, porque las tropas francesas se encuentran junto a Villafranca, y los austriacos entre esta ciudad y sus cercanías.

Reyles y en hay personalidad y fondo propio, que escribiremos novelas muy diferentes por todos estilos de las antiguas, muy de nuestro siglo y mucho más nuestras que imitando las francesas o las rusas. La imitación de lo antiguo es, por otra parte, mil veces más segura. Lo tonto, lo disparatado, y lo vulgar, todo ha caído en olvido o en descrédito.

Aquella bahía estaba concurridísima. En ella había naves inglesas y francesas, de Holanda y de las ciudades anseáticas, de Aragón y de Castilla, de Génova y de Venecia y de otras Repúblicas y principados de Italia.

Al pianista ciego le daba el cafetero siete reales y la cena. Por el día se dedicaba a afinar. Era casado y con ocho de familia. Tocaba piezas de ópera y de zarzuelas francesas como una máquina, con ejecución fácil, aunque incorrecta, sin gusto ni sentimiento.

Y no olvidemos al bravo justador Le Capillet, que hubiera llegado á ser un gran capitán de las huestes francesas.... ¿Murió? preguntó Roger. Tuve la desgracia de matarlo en un delicioso bosquecillo inmediato á los muros de Tarbes.

Despues de tomada esta nota, veo una enseña en el extremo del primer balcon que da á la calle de las Hijas de Santo Tomás, la cual decía: Vestidos para mujeres y niños. A su lado, casi en medio de dicho balcon, se ve tambien una gran placa dorada alrededor y bronceada en el fondo, donde tiene las armas francesas, ó un trofeo semejante.