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La presencia de esta mujer era para él un motivo de remordimientos y alarmas. Afortunadamente, los criados, el chauffeur, todos los de la servidumbre masculina, estaban en el ejército. Las dos chinas recibieron una orden con tono amenazante. Mucho cuidado al hablar con las otras criadas francesas; ni la menor alusión á la nacionalidad del marido de doña Elena y al domicilio de su familia.

El segundo fué que al detenerse en un escaparate de joyería y ver un imperdible de brillantes en figura de mariposa, se dijo que algunas de las que había visto en casa de su amiguito rubio eran mucho más hermosas y brillantes. El tercero lo adquirió al entrar en casa de Fe a comprar unas novelas francesas.

La riqueza y el buen gusto parecen haber reunido allí todos los primores del lujo moderno. Sentado junto a un veladorcito, donde aún se ven el servicio de , todo de plata, dos barajas francesas y un sortijero lleno de horquillas y pulseras, hay un hombre joven, de arrogante figura, que está haciendo números con un lápiz en una cuartilla de papel.

Caen desplomados los fuertes muros de S. Salvador de Prumia, de S. Martin de Turs, de las mas insignes abadías francesas... Si esto hacen los bárbaros inciviles del norte, ¿cómo esperar mas clemencia de los bárbaros cultos de oriente y mediodia, que asuelan ya el reino de Nápoles y Sicilia, que incendian á Monte Casino, á S. Plácido de Mesina, á S. Vicente de Vulturno, pasando á cuchillo á sus indefensos moradores? ¡Ah!

Pero eso , sin que se ayuden de versiones francesas... Oye: lo que más me duele, lo que me llega a lo más vivo, lo que me desgarra el corazón, lo que siento aquí, como la hoja de un puñal, es que dicen.... El pobre anciano quería llorar; el rostro se le contraía dolorosamente, su voz se iba poniendo trémula, en sus ojos asomaba una lágrima, dicen... hizo un esfuerzo y acabó ¡qué estoy chocho!

Mostrábanse las filas de herramientas industriales y agrícolas, con reflejos de obscuro azul, los rótulos arrancados de puertas y balcones anunciando con letras de oro modistas francesas y peluquerías elegantes que ya no existían. En las plazoletas elevábase en montañas el hierro viejo y oxidado, tan frágil por la herrumbre, que parecía próximo a quebrarse como el cristal.

Al llegar aquí, el golpe de un peso que cayó, chocando con mi rodilla, me hizo levantar la vista de la carta. El soldado que formaba junto a , herido mortalmente por una bala perdida, había rodado al suelo. En aquel intervalo vi hacia el frente, envueltas en espeso humo, las columnas francesas que venían a atacar el centro. Pero mi ánimo no estaba para fijar la atención en aquello.

Poco fecunda fue España en novelistas durante todo el siglo XVIII y los dos primeros tercios del XIX. Las novelas inglesas y francesas traducidas al castellano, casi bastaban para el consumo, ya publicadas en los folletines de los periódicos diarios, ya propinadas en tomos.

Durante su permanencia en la ciudad de la esperanza, se apiadaban de las compañeras que habían quedado dentro del cerco con las alas rotas, sin fuerzas para saltar, ebrias de veneno que reavivaba falsamente las ilusiones de su primero y único viaje. Un movimiento general de las gentes que ocupaban la cubierta interrumpió esta conversación, haciendo abandonar sus sillones a las francesas.

Los diarios de Córdoba de aquella época transcribían las noticias europeas, las sesiones de las Cámaras francesas y los retratos de Casimir Périer, Lamartine, Chateaubriand, servían de modelos en las clases de dibujo; tal era el interés que Córdoba manifestaba por el movimiento europeo.