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Es verdad que más allá de las islas y los mares, á través del follaje de los álamos, veíamos sobre la colina el rojizo tejado de la casa paterna; pero, encantados en el fondo de saber que estaba tan cerca, hacíamos como que ignorábamos tal cosa, creyendo haberla dejado al otro lado del globo.

Debajo de estos bosques duerme segura la aldea, cuyas casas blancas déjanse ver apenas entre el follaje. En los ángulos y rincones del valle la escarcha es tan fuerte que parece un manto de nieve. El cielo está diáfano, de un azul pálido, tirando a verde en el Levante, oscuro hacia el Poniente.

Por obscura que fuese la noche, el enemigo podía escoger un punto de mira, una mancha del follaje, una estrella del horizonte, algo saliente en la obscuridad que se destacase junto a la escalera. Y al pasar el bulto negro del que bajaba, ocultando por un momento el objeto apuntado... ¡fuego y pieza segura!

Las amistades y parentescos de las familias de Santa Cruz y Arnaiz pueden ser ejemplo de aquel feliz revoltijo de las clases sociales; mas, ¿quién es el guapo que se atreve a formar estadística de las ramas de tan dilatado y laberíntico árbol, que más bien parece enredadera, cuyos vástagos se cruzan, suben, bajan y se pierden en los huecos de un follaje densísimo?

Para no hacer las cosas á medias respondió he resuelto darle á usted una fiesta arreglada á su gusto: así, he ahí una bella mañana de verano, bosques y claros con todos los efectos de luz deseables; pájaros que cantan bajo el follaje, una barca misteriosa, que sobre las ondas se desliza... Usted que tanto ama esta especie de historias, deberá estar contento. Encantado, señorita.

El sol daba en los grandes olmos de follaje espeso de la Ciudadela y los enrojecía y los coloreaba con un tono de cobre. Bajando desde lo alto, por senderos de cabras, se llegaba a un camino que corría junto a las aguas claras del Ibaya.

Quedaron silenciosos los dos viejos. Sus miradas vagaban por el jardín con cierto enternecimiento, como si en cada árbol o arcada cubierta de follaje encontrasen un recuerdo.

De pronto, como si aquella conversación le fuese penosa, varió de asunto y deteniéndose al pie de un árbol se puso a contemplar, entre el follaje las últimas luces del día, el cielo dorado, sobre el cual se dibujaban, límpidas y claras las ramas de un gran, fresno desnudo, mientras yo ataba un haz de violetas.

Después prestaba oído al canto brusco de algún pájaro, y Silas aprendía a divertirla, haciéndole seña de callarse, a fin de que pudieran escuchar, a la espera de los acentos que iban a recomenzar. Y cuando volvían, ella alzaba los hombros y reía gorjeando su triunfo. Sentados de este modo entre el follaje, Silas se puso de nuevo a recoger las plantas que le eran antes familiares.

Las rocas levantan hasta el cielo sus bellos frontis dorados por la luz; pero sus bases están ocultas por un bosquecillo de encinas y castaños; gracias á la verdura y variedad del follaje, el contraste demasiado duro que formaría la abrupta pared de las rocas con la superficie horizontal del llano, aparece suave. En el paraje más espeso del bosque, es donde se encuentra el abismo.