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Las cordilleras de montañas que en forma de graciosos anfiteatros rodean el lago, el cielo que se refleja en las olas, la armonía del conjunto, todo habla al alma. A las dos horas y media estábamos en Fluelen .

En Flüelen descendimos del vapor que nos habia llevado desde Lucerna del un extremo al otro del magnífico lago.

El vapor nos condujo directamente á Flüelen, el puerto del canton de Urí, dejándonos ver de paso la eminencia de Grütli, mas adelante la curiosa Capilla de Guillermo Tell, y donde quiera, en las rocas tajadas, un enjambre de obeliscos y pirámides de aspecto basáltico y singulares tintas.

Volvímos á Flüelen, y en vez de embarcarnos de nuevo en un vapor para dirigirnos á Schwyz por Brunnen, tomamos una pequeña barca manejada por solo un remero. Este era el único medio de poder apreciar de cerca las magnificencias geológicas de la parte del Waldstatter llamada lago de Urí.

Flüelen no tiene valor ninguno como localidad: es un miserable villorrio de 600 habitantes, cuya importancia consiste solo en la ventaja de ser el puerto comercial del canton de Urí y el extremo setentrional de la gran via que, remontando el valle del Reuss, va á buscar en Italia los lagos Maggiore y de Lugano, pasando por el célebre cuello de San-Gotardo, objeto de tantas atenciones estratégicas en los tiempos de guerras ó desconfianzas europeas.

En efecto, no recuerdo haber visto en ningún otro país de Europa, excepto sobre las orillas del Elba, en la admirable comarca llamada «Suiza sajona», estratificaciones rocallosas tan extrañas y grandiosas, tan sorprendentes por sus variadas formas y su aspecto romántico, tan originales, por decirlo así, como las que ofrecen las formidables paredes que circuyen el lago, sobre todo en la orilla oriental, en el trayecto que média entre Flüelen y Brunnen.

El viaje á Italia le hice desde Suiza. Salí de la capital federal en la diligencia de Lucerna, travesía corta y deliciosa que se verifica en once horas. Llegado á Lucerna me trasladé á Fluelen por el lago de los Cuatro Cantones. Nada mas poético, nada mas agradable que cruzar la distancia intermedia entre Lucerna y Fluelen: el tiempo que se emplea es el de dos horas y media.

Al llegar á este último punto, tomé billete hasta Milan, y como Fluelen se encuentra al mismo pié de los Alpes, por el lado de San Gotardo, cuya carrera era la que yo seguia, empezamos desde el momento á subir. La diligencia nos condujo por una admirable y soberbia carretera hasta llegar á una legua del San Gotardo, convento que, como el de San Bernardo, se halla situado en la cima de los Alpes.

Solo víéndolo, puede uno formarse idea exacta de lo que voy á referir: el que no ha hecho ese camino duda. Desde Fluelen hasta el Hospital, sitio en que tuvimos que abandonar la diligencia, para marchar del modo que mas adelante diré, subimos constantemente las infinitas pendientes de esos centenares de montañas que puestas las unas sobre las otras forman lo que llamamos Alpes.