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Al romper el nuevo día, no pudieron ya avivar el fuego, que se extinguió poco a poco. A medida que las cenizas se amortiguaban, la Duquesa se acurrucaba junto a Flora, y por fin rompió aquel silencio que parecía eterno: Flora; ¿puedes rezar aún? No, hermana... respondió Flora dulcemente. La Duquesa, sin saber por qué, sintiose más libre, y apoyando su cabeza sobre el hombro de Flora no dijo más.

Buenas cosas vamos a ver hoy aquí añadió Amaranta con el regocijo que da la esperanza de una diversión. Yo lo que quiero es que prediquen pronto añadió doña Flora . Prontito, señores. Veo que hay muchos clérigos, lo cual es prueba de que no faltarán picos de oro.

No por qué me he ocupado aquí de este eminente hombre, pues la verdad es que no concurrió aquella noche a la tertulia de doña Flora, que estoy con mucho gusto describiendo. Fueron, , como he dicho, Xérica y Beña, poetas menores de que me acuerdo poco, sin duda porque su fama problemática y la mediocridad de su mérito hicieron que no fijase mucho en ellos la atención.

irás a Cádiz también dijo D. Alonso ansioso de despertar el entusiasmo en el pecho de su mujer ; irás a casa de Flora, y desde el mirador podrás ver cómodamente el combate, el humo, los fogonazos, las banderas... Es cosa muy bonita. ¡Gracias, gracias! Me caería muerta de miedo. Aquí nos estaremos quietos, que el que busca el peligro en él perece.

¡Jesús, qué diablos de hombres! ¡Me habéis asustado! exclamó Flora pasando instantáneamente del enojo á la risa. Demetria no dijo nada, pero clavó sus grandes ojos límpidos en Nolo con expresión amorosa.

Porque si bien el perro de D. Félix no había brillado nunca por su amabilidad, tampoco se había mostrado con ella á tal punto desabrido. Una tarde en que se hallaba D. Félix hablando con Regalado en la sala grande, llegó Flora con encargo de D.ª Robustiana para traer una cesta de ropa. Al pasar vió á Talín durmiendo enroscado sobre una silla.

Y no obstante, nadie se quejaba. Los novios, olvidando tan triste perspectiva, se miraban en los ojos uno de otro, y eran felices, y don Jorge se resignó tranquilamente al mal juego que se le presentaba ya como perdido. La Duquesa, más alegre que de costumbre, se dedicó a cuidar a Flora; sólo la madre Shipton, antes la más fuerte de la caravana, parecía enfermar y fenecer poco a poco.

¿Qué decía usted tía Rosenda? respondió aquélla volviéndose con la presteza que la caracterizaba. Digo que es gusto ver cómo las zagalillas que se parecen se juntan y se quieren. ¿Y en qué nos parecemos, tía Rosenda? preguntó Flora con tonillo sarcástico. ¡Anda! Si no os parecéis en la cara, os parecéis en la historia.

Véase el martirio de la virgen Flora, acaecido en noviembre del mismo año. Aunque muy mal dicho. Esta proposicion no se demuestra facilmente en una sencilla nota. Zaryab mejoró el antiguo laud aumentándole una cuerda.

Está conmovido por la majestad del acto repuso Amaranta . Me parece que estos señores darían algo ahora porque les mandasen a sus casas. Verdaderamente las fachas no son malas. Desde aquí veo al vizconde de Matarrosa indicó doña Flora . Es aquel mozalbete rubio. Le he visto en casa de Morlá, y es chico despejado... Como que sabe inglés.