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No sabían hacerlo sino los que de antiguo tenían la costumbre de manejar aquel artículo, por lo cual muchas damas, que en algún baile de máscaras se ponían el chal, lo mandaban al día siguiente, con la caja, a la tienda de Gumersindo Arnaiz, para que este lo doblase según arte tradicional, es decir, dejando oculta la rejilla de a tercia y el fleco de a cuarta, y visible en el cuartel superior el dibujo central.

Una flecha dijo examinándola con precaución . Ha sido disparada probablemente con una cerbatana. Aquella flecha tenía como un palmo de largo: era una delgada caña de bambú espinoso, con una de sus puntas aguzada y la otra provista de un fleco de algodón. Toda ella parecía recubierta de una tintura vegetal. ¿Estará envenenada? preguntó Cornelio.

Don Juan, fingiendo turbación, adoptó la postura más decente que pudo, como si estuviera en el salón de una gran señora. Frente a él Cristeta, recostada en un pequeño diván, se entretenía en hacer nuditos con el fleco de la pañoleta. El tío, como de encargo, no chistaba.

Alzó el grito la dama, porque tenía para ella el pañuelo grandes recuerdos, y desolado don Casimiro al reconocer su error, devolvióselo con un fleco en torno de cuatro dedos de ancho.

Echada de boca junto a él, con los ojos entoldados por el ancho fleco de medallas, el mentón en la mano, las uñas sobre el labio, sinuosa y desnuda, balbuceaba las palabras de la paloma de oro con cola de perlas, y al llegar a la descripción de las delicias celestiales envolvíale en sus brazos, frescos como las fuentes del Salsabil y Alcafur, juntando frenética su rostro con el suyo.

Ha de saberse que Papitos era un tanto presumida, y que siendo su principal belleza el cabello negro y abundante, en él ponía sus cinco sentidos. Se peinaba con arte precoz, haciéndose sortijillas y patillas, y para rizarse el fleco, no teniendo tenazas, empleaba un pedazo de alambre grueso, calentándolo hasta el rojo.

T. de telas de oro. 1628 Alonso López, T. de pasamanos de oro. 1644 Sebastián de Cuesta, tejió una tela de raso negro y oro para la Catedral. 1667 Claudio Bertel, José de Llanos y Andrés de la Peña se obligaron en 9 de Mayo de 1693 á tejer 4000 varas de terciopelo carmesí para la Catedral, y el fleco y galón que hiciese falta. Refiérese este contrato á las suntuosas colgaduras de nuestra Basílica.

La sarracena preguntaba, sin cesar, como los niños. El fleco de medallas, que colgaba sobre su frente, aumentaba el misterio de sus pupilas.

Al llegar a los postigos que más allá del pórtico daban entrada a la nave, había crujidos de enaguas almidonadas, blandos empellones, codazos suaves, respiración agitada de damas obesas, cruces de rosarios que se enganchaban en un encaje o en un fleco, frases de miel con su poco de vinagre, como ay, usted dispense.... A me empujan, señora, por eso yo.... No tire usted así, que se romperá el adorno.... Perdone usted.

La industria moderna no inventará nada que iguale a la ingenua poesía del mantón, salpicado de flores, flexible, pegadizo y mate, con aquel fleco que tiene algo de los enredos del sueño y aquella brillantez de color que iluminaba las muchedumbres en los tiempos en que su uso era general. Esta prenda hermosa se va desterrando, y sólo el pueblo la conserva con admirable instinto.