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Doña Manuela experimentó gran extrañeza al tropezar con una tenacidad que nunca había supuesto en su hijo. Se negaba resueltamente a firmar otro pagaré garantizando el crédito de su madre, y menos consentía aún en hipotecar su huerto para adquirir los tres mil duros. No, mamá decía tímidamente, pero con firmeza ; no puedo. Ya sabrá usted más adelante que eso no es posible.

En Manila se decía, añadió el viajero, que el joven sería desterrado á Carolinas, habiéndole hecho firmar de antemano una peticion en que se hacía constar que así voluntariamente lo pedía. El viajero había visto el vapor que le iba á conducir.

Ha sucumbido a sus penas mejor que a sus años. La triste idea de que no he de volverla a ver en este mundo, me asusta cuando fijo mis ojos en la tierra. Mi abuela vivió hasta los noventa y dos años, yo esperaba igual longevidad para mi madre. Parece que en su testamento, que no ha podido firmar, ha favorecido a mi hermana.

Juanita debía, efectivamente, firmar la semana próxima el contrato, tal como el duque lo había dictado, y el mismo día sería colmada la dicha de los dos amantes.

Diga lo que quiera mi esposo, si Crespo no viene a prepararme la caña y a convencer a las truchas de que se dejen pescar no haremos nada. Adiós otra vez. La esclava de su régimen, q. b. s. m., Anita Ozores de Quintanar». Después de firmar y cerrar esta carta, Ana se puso a continuar otra que había empezado a escribir por la mañana. Ahora la pluma corría menos, se detenía en los perfiles.

Acuérdate de lo mucho que hemos hablado de esto en las largas noches de invierno. Mi pensamiento se va nublando, y temo que, si no doy punto aquí, me falten fuerzas para firmar esta. Dentro de poco habré cerrado mis ojos a la luz de este mundo. Quiera Dios abrírmelos a los de la gloria eterna. He recibido los Santos Sacramentos, y espero el perdón de mis culpas.

¿Y quién la notó? -preguntó la duquesa. ¿Quién la había de notar sino yo, pecador de ? -respondió Sancho. ¿Y escribístesla vos? -dijo la duquesa. -Ni por pienso -respondió Sancho-, porque yo no leer ni escribir, puesto que firmar. -Veámosla -dijo la duquesa-, que a buen seguro que vos mostréis en ella la calidad y suficiencia de vuestro ingenio.

-Bien firmar mi nombre -respondió Sancho-, que cuando fui prioste en mi lugar, aprendí a hacer unas letras como de marca de fardo, que decían que decía mi nombre; cuanto más, que fingiré que tengo tullida la mano derecha, y haré que firme otro por ; que para todo hay remedio, si no es para la muerte; y, teniendo yo el mando y el palo, haré lo que quisiere; cuanto más, que el que tiene el padre alcalde... Y, siendo yo gobernador, que es más que ser alcalde, ¡llegaos, que la dejan ver!

No obstante, refiere Montesinos en sus Anales del Perú que en 1525 se propuso Pizarro aprender a leer, que su empeño fué estéril, y que contentóse sólo en aprender a firmar. Reíase de esto Almagro, y agregaba que firmar sin saber leer era lo mismo que recibir una herida sin poder darla. Tratándose de Almagro el Viejo es punto históricamente comprobado que no supo leer.

Bastarla para probarlo tener a la vista el contrato de compañía celebrado en Panamá, a 10 de marzo de 1525, entre el clérigo Luque, Pizarro y Almagro, que concluye literalmente así: «Y porque no saben firmar el dicho capitán Francisco Pizarro y Diego de Almagro, firmaron por ellos en el registro de esta carta Juan de Panés y Alvaro del Quiro».