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Maltrana, al pie de la escalera, torció el gesto e hizo señas, con el enfado de un propietario futuro que ve prodigado sus bienes. Ella, al fin, quiso fijarse en sus extremidades, y sin emoción alguna arregló el desorden de la falda, borrándose la divina aparición como la luna entre nubes. Sólo entonces volvió la flauta a lanzar sus pastoriles gorjeos y los danzarines reanudaron sus evoluciones.

Si el poeta las hubiese presentado al principio, se le atribuiría, sin duda, falta de sentido artístico, y no sin razón, puesto que el interés de los espectadores no podía fijarse en esas narraciones, hasta que su atención se concentrara de algún modo en los sucesos dramáticos que le antecedieron; pero Calderón ha evitado esta falta que se le achaca, con tanto ingenio como arte.

Guiado por la máquina voladora que iba delante y dirigido igualmente por la máquina de atrás, que funcionaba á modo de timón, Gillespie sólo tenía que fijarse en el suelo para ver dónde colocaba sus pies. Empezó á marchar por un camino de gran anchura para aquellos seres diminutos, pero que á él le pareció no mayor que un sendero de jardín.

Después le vio muchas mañanas deteniendo a las criadas en las inmediaciones de los mercados para darlas estampas y oraciones, hablándolas de la Virgen, con los ojos rojizos puestos en lo alto, sin fijarse en las risas de las muchachas, que sentían cierta lástima por la guilladura de este buen señor, que al mismo tiempo era persona fina.

Pero se lo daba el corazón; lo había observado, sin fijarse en la observación: a Mesía le gustaba entrar en la casa de la Rinconada. Solía llevarle al despacho, a su museo como él decía; allí le explicaba el mecanismo de aquellos intrincados maderos y resortes y, convencido de la ignorancia de su amigo, le engañaba sin conciencia.

Pues, ¿y la apuesta? Para usted el trono y la beldad que desde allí nos mira; para una recompensa suficiente y... la gratitud del Rey. Es usted el mismo demonio, señor de Henzar le dije. Bueno, usted piénselo y tenga en cuenta también que no deja de costarme duro esfuerzo eso de ceder así tan fácilmente la muchacha aquella y su insolente mirada volvió a fijarse en Flavia.

El diputado, tras breve indecisión, siguió adelante, desalentado, cabizbajo, sin fijarse en el viejo que había vuelto a colocarse a su lado. ¡Ah, el maldito! ¡Qué bien había sabido herirle!

Dejó esparcir sus miradas por la pared testera, como buscando por allí un apoyo. En ciertas situaciones apuradas y en los grandes estupores del alma, las miradas suelen fijarse en algo insignificante y que nada tiene que ver con la situación.

Fermín pasó todo el día en el escritorio trabajando, con el pensamiento lejos, muy lejos; traduciendo cartas mecánicamente, sin fijarse en el sentido de las palabras, uniendo números como un autómata. Algunas veces levantaba la cabeza y permanecía inmóvil, mirando fijamente a don Pablo Dupont al través de la puerta abierta de su despacho.

Los jóvenes ya los veía allí: creyéndose felices con una copa y sin más pensamiento que hacer suyas a las compañeras de trabajo. No había más que fijarse en la frialdad con que habían presenciado la llegada de Salvatierra.