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«Hola, amigo Izquierdo... Dios le guarde». Le vi pasar, maestro y dije, digo: A cuenta que voy a echar un espotrique con mi tocayo... Sentose sin ceremonia el tal, y poniendo los codos sobre la mesa, miró fijamente a su tocayo. O las miradas no expresaban nada, o la de aquel sujeto era un memorial pidiendo que se le convidara.

Me agarra cuando menos lo pienso y se introduce dentro de mi ser, se filtra en mis venas como un veneno sutil y me inflama... Clara le miró fijamente con ojos donde además de la tristeza se pintaba la cólera y murmuró sacudiendo la cabeza: ¡Está bien! ¡está bien!

Al levantar ella sus ojos, vio a Fernando encuadrado por la ventana, contemplándola fijamente, y tuvo un gesto de enfado, lo mismo que si se encontrase con algo que estremecía sus nervios y quebrantaba su paciencia.

me guardas las cartas hasta que te las pida, si por casualidad he de permanecer fuera más tiempo. En cumplimiento de este encargo, el día de su regreso le entregó Pepe tres o cuatro cartas, diciéndole, al dárselas en el cuarto de la fonda, mientras les preparaban el almuerzo: ¿Sabía ella con seguridad cuándo te embarcabas? Fijamente, no. ¿Por qué?

La ciencia es vana y jamás llegará á lo íntimo de las cosas. ¡Oh, Dios! ¿será posible algún día demarcar fijamente la esfera de lo inanimado? ¿Lo inanimado, dónde empieza? Atrás los pedantes que, deteniéndose delante de una piedra ó de un corcho, le dicen: « no tienes almaSólo Dios sabe cuáles son las verdaderas dimensiones de ese Limbo invisible donde yace todo lo que no ama.

¿Quién habla de traición? ¡Miente! ¡miente quien lo diga! volvió a exclamar con la misma indignación García. Basta, repito. Mi resolución está tomada. y yo hemos concluido para siempre. Al pronunciar estas palabras dio unos pasos hacia la puerta mirando fijamente a su amigo. Este también le miró estupefacto haciéndose cargo por aquel ademán que le arrojaba de su casa.

La madre y la hermana, de pie, me miraron fijamente, respondiendo con una corta inclinación de cabeza a la mía, pues creí no deber pasar de allí. Ambas me parecieron mucho más altas. Miré la cama, y vi, bajo la bolsa de hielo, dos ojos abiertos vueltos a . Miré al médico, titubeando, pero éste me hizo una imperceptible seña con los ojos, y me acerqué a la cama.

Yo lo creía así, Consejero de picardías respondió con retintín, mirándole a la cara fijamente, y poniendo sobre la mesa al mismo tiempo un rey de copas. Pues creía usted muy mal replicó el anciano, siempre con los ojos sobre las cartas. También creía usted que ese rey de copas iba a pasar triunfante, y... vea usted, ¡lo fallo!

Una noche, al retirarme tarde del escritorio, don Benito me esperaba en la puerta de la calle con evidentes manifestaciones de sobresalto. Y... me dijo al verme, ¿qué ha sucedido hoy en lo de don Eleazar? Nada le contesté, el día ha sido como el de ayer, sin novedad. ¿Sin novedad? ¿Pero usted embroma o es tonto? me replicó mirándome fijamente al rostro.

Supongo que no nos tendrá tanto tiempo olvidados como hasta ahora; que irá por casa más a menudo dijo ella teniendo aún su mano entre las del gallardo salvaje. ¿Usted quiere de verdad que vaya a menudo por su casa? dijo mirándola fijamente como un magnetizador. ¡Ya lo creo que quiero!