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Las figurantas van á sus casas á almorzar sin quitarse el traje, por no perder tiempo. Sobre las vallas de los estudios se elevan, unas veces, la torre Eiffel, si la obra transcurre en París, y otras, el palacio de los Dogas venecianos ó los agudos minaretes de una mezquita oriental.

Las señoras, por lo general de medio pelo, que se allanaban a ir a la tertulia, no parecían sus iguales, sino las acompañantas y servidumbre de una princesa o las figurantas y coristas que rodean en el escenario a la encumbrada y aplaudida prima donna.

Oyendo estoy desde aquí las miles de preguntas que dirigen al autor mentalmente. «¿Qué se entiende por el templo de la danza? ¿Y por cuerpo de baile? ¿Y por estrellas de la Opera? ¿Y por corifeos? ¿Y por sujetos? ¿Y por figurantas? ¿Qué secretarios generales son esos que se codean con tales gentes, a trueque de que les pongan remoquetes?

Algunos, al contravenir por descuido la orden, se habían encontrado con las compañeras del príncipe más ligeras de ropa que cuando llevaban su elegante uniforme marino, ó con trajes ricos y exóticos, como figurantas de baile. En los grandes puertos saltaban á tierra por unas horas estas tripulantes misteriosas, vestidas con discreta elegancia y expresándose en diversos idiomas.

A última hora se ponían las piezas y zarzuelitas más verdes, y cual si esto les sirviese de aperitivo, era de ver cómo a la salida muchos caballeros, o vestidos de tales, esperaban en la calle la salida de bailarinas, coristas y figurantas: por fin, cuando terminado el espectáculo comenzaba la puerta del escenario a vomitar mujeres envueltas en mantones y con toquillas de estambre a la cabeza, cada hombre se llevaba su prójima, que solía ser ajena; alguna, envidiada de las demás, subía en coche, y ya formadas las parejas, que a veces en realidad eran tercetos, todos se iban contentos; ellas haciéndose las conquistadas, y ellos imaginando triunfo lo que, a lo más, era compra.

La dicha investigación, la prueba y el cuidado se ordenan sólo para las figurantas, coristas y otra gente de segundo ó de tercer orden. Digo esto no en tono de broma, sino con la mayor gravedad. Lo demostraré con un ejemplo.

Maquinistas, comparsas, figurantas, coristas, bailarines y bailarinas, tenores y sopranos, autores, compositores, administradores y abonados salen juntos a la calle en confuso torbellino. Los unos bajan hacia la calle Drouot, los otros suben la escalera que conduce, por una galería descubierta, a la calle Lepeletier.