United States or Caribbean Netherlands ? Vote for the TOP Country of the Week !


¿Pero hoy no es día de fiesta?... ¡Ah, grandísimo zumbón! Ya adivino lo que quiere decirme con su sonrisa. , día de fiesta es, según nuestra Madre la Iglesia, y deben guardarla los que son ricos. Pero mire usted, cómo los pobres trabajan en todas las canteras. Yo no voy á privar de un jornal á mis peones, después de tantos días de lluvia, en los que no han podido hacer nada.

El todo estaba acompañado por el fuerte olor de los grogs humeantes. Pero la reunión del día de Navidad era puramente una reunión familiar que no representaba la fiesta brillante por excelencia de la estación de la Casa Roja.

En el otro extremo, en la tribuna del «paddock» la clase media ofrece su nutridísimo concurso a la fiesta.

Para esto era la fiesta; para que la bendición del Señor cubriese con su eterna protección las colinas de Marchamalo. El jefe del escritorio se entusiasmaba contemplando el oleaje de viñedos y prorrumpía en líricos elogios.

¡Oh Rivadavia! tu alma generosa Hoy preside esta fiesta deliciosa, Y tu nombre querido, en dulce coro Brota del corazon, húmedo en lloro! Cuán hermosa es tu gloria! Es preferible Al cruento lauro del adalid terrible!

La mayor parte de los pasajeros, aun el nuevo gobernador de la Martinica, cruzan el mar por primera vez, y la tripulación, con el permiso del comandante, organiza la clásica función del bautismo tropical. No he podido averiguar de dónde viene esa fiesta característica; algunos suponen que fue un recurso empleado por Colón para distraer el conturbado espíritu de sus compañeros.

Vi entonces, suspendida del biombo, una corona de yedra que no había visto hasta ese día, una corona igual a la que yo tenía costumbre de enviar los días de gran fiesta a la tumba de mis padres. Quizá provenía de allí. En ese momento parecía trenzada de llamas; todo en ella tomaba una vida fantástica.

¡Vamos, Enrique! exclamó doña Martina, procurando reprimirse. ¿Y por qué no le pegan a Miguel que hizo más que yo, recontra? gritó con furor. ¡Vamos, Enrique! volvió a exclamar doña Martina. ¡Tengamos la fiesta en paz!

Acordéme al fin de mis imprudentes palabras, y no fuí condenado mas que á exercicios, la disciplina, y treinta mil reales de multa. Lleváronme á dar las gracias al inquisidor general, sugeto muy afable, que me preguntó que tal me habia parecido su fiesta. Rospondíle que era deliciosísima, y fui á dar priesa á mis compañeros á que saliésemos del pais, puesto que es tan ameno.

Yo no lo acompañaré a Vd., porque tengo que decir la misa de gallo; ya sabe Vd., costumbres viejas, y que no encuentro inconveniente en conservar, puesto que no son dañosas. Aquí no hay desórdenes a propósito de la gran fiesta cristiana y de la misa. Nos alegramos como verdaderos cristianos.