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No hay cansancio; parece increíble que esas mujeres lleven diez horas de un rudo trabajo. La bamboula las ha transfigurado. Gritan, gruñen, se estremecen y por momentos se cree que esas fieras van a tomarse a mordiscos. Es la bacanal más bestial que es posible idear, porque falta aquel elemento que purificaba hasta las más inmundas orgías de las fiestas griegas: la belleza.

Eran tan fieras, que Mario al verlas volvió la cabeza con espanto. Sin embargo, pudo vencerse y dijo esforzándose en dar a su voz una inflexión natural: No te asustes, mujer, que eso no vale nada. Tu madre y tu hermana me habían asustado. ¿Verdad, doctor, que eso no es nada? ¡Mario! ¿Eres , Mario? gritó la niña. ¡No te veo, Mario!... ¡No te veo!... ¡no te veo!

Oir estas palabras la tía Jeroma y lanzarse sobre su hijo y propinarle un soberbio bofetón todo fué uno. El inocente mozo puso el grito en el cielo y protestó de tamaña injusticia con tan fieras voces que parecía llegado el día del juicio final.

Pensaba la niña irse de paseo, ansiosa de ver jardines, arboledas, carruajes, gente elegante, y su peinadora le dijo que se fuera al Retiro, donde vería estas cosas, y todas las fieras del mundo, y además cisnes, que son, una comparanza, gansos de pescuezo largo.

Ayela, de horror transida, que en la voz jóven, sonora, á Ataide escuchado habia, sus fuerzas cobrando todas, por un milagro de amor, cual revive luminosa y brilla por un momento una luz que á su fin toca, ansiosa, rápida, ardiente, corrió, llegó, y animosa entre las fieras cuchillas se arrojó, sublime, heroica, para defender la vida del que era su sangre propia.

Entre godos eran solo estas discordias i semejantes á las de dos fieras que despues de darse favor para conseguir una presa, i despues de conseguirla riñen furiosamente con propósito cada cual de hacerla suya. Ni eran despreciados, ni oprimidos.

A estas señales de vida, el toro volvía a la carga, hiriendo de nuevo con sus fieras astas los miembros destrozados, aunque palpitantes todavía, de su víctima.

Tengo seis hijos... y una infeliz... diré viuda..., pues veo que voy á morir... Leo en vuestros ojos que sois peores que fieras... ¡, peores! Y el padre se arrastraba por el suelo, y levantaba hacia los ladrones una cara... ¡Qué cara!... Se parecía á la de los santos que el rey Nerón echaba á los tigres, según dicen los padres predicadores...

¡Pues bien! ¿para qué nos han enviado aquí, parisiense? preguntaron muchas voces con inquietud. ¿Para qué?... con objeto de que reventemos aquí, mientras ellos se reparten nuestra parte de presa. ¡Eso está muy mal hecho! Unicamente, si hubieran tenido un poco de corazón, habrían hecho un agujero en la cala para que nos hundiésemos... en lugar de dejarnos aquí para que nos devoremos como fieras.

; su padre hablaba a los de casa de lo que aguardaba fuera, como podía el hombre prehistórico hablar en su guarida, preparada contra los asaltos de las fieras, a las demás personas de la familia, aleccionándolas para las lides con las alimañas que habían de encontrar en saliendo.