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La guardia ratonil, inmóvil, silenciosa, preparada, mordiendo ya casi el cartucho, protegía el paso del rey Buby, formando desde el dormido D. Gaiferos hasta los dos agujeros de entrada y de salida el formidable triángulo romano de la batalla de Ecnoma... Era aquello imponente y aterrador... Una vieja feísima dormía en una silla, con la calceta á medio hacer caída sobre las faldas.

Pero no sería extraño, porque ni tiempo he tenido para mirarme al espejo.... ¡Aquellos demonios de hijos! ¡Su padre que no tiene energía, que no sabe engañarlos!... no me los podía quitar de encima. ¿Pero Ana, qué es esto? ¿ aquí? pero feísima mía, ¿qué es esto? ¿qué bula tenemos?...

La Nela no respondió porque estaba su espíritu ocupado en platicar consigo mismo, diciéndose: ¿Qué es lo que yo tengo?... No puede ser maleficio, porque lo que tengo dentro de no es la figura feísima y negra del demonio malo, sino una cosa celestial, una cara, una sonrisa y un modo de mirar que, o yo estoy tonta, o son de la misma Virgen María en persona.

A las rubias les gustan los morenos, a los flacos las gordas, a los altos las chiquitas... ¿No te gusto yo a ti siendo tan alto y yo tan pequeña? No sólo es por eso dijo él riendo y atrayéndola hacia . ¿Por qué más? preguntó ella clavándole una mirada provocativa. No . ¿Quieres que te regale el oído? ¿Por qué más? insistió sin dejar de mirarle. Por lo feísima que eres.

Luego, soltándose Feli con inesperado tirón, se levantó y corrió alrededor de la mesa, perseguida por Isidro, que lo acosaba con rugidos de ogro. ¡Que te como, feísima!... ¡Que te devoro, sosa... desgalichá! Con tales intermedios, el arreglo de los muebles, a pesar de ser pocos, amenazaba prolongarse hasta bien entrada la noche. La colocación de la cama fue el asunto magno de la tarde.

Me pareció que ya estábamos unidos, que no había que esperar estos mortales cuarenta y cinco días. No lo que daría por que hoy fuese el último de diciembre. Dime, feísima ¿no tienes deseos de llamarte la marquesa de Peñalta, de ser mía, mía para siempre? María se levantó del diván y con gesto desdeñoso, sin mirar a su novio, repuso: Así, así.

Es una ciudad cercada de murallas, feísima y repugnante en su parte muy antigua, pero graciosa y alegre en su parte moderna. Tiene dos bellos paseos con arboledas, uno interior y otro exterior, y algunos buenos edificios notables por su arquitectura, como el hospicio, el teatro y la casa municipal. La Plaza nueva es bonita y curiosa por su elegancia y simetría.

Si no fueras una vieja feísima y sin ninguna gracia, creería que le habías hecho tilín... Cierto que eres buena, caritativa, que sabes ganar la simpatía por lo bien que atiendes a todo, y por tu dulzura y ese modito suave... que bien podría engañar a los que no te conocen... Pero con todas esas prendas, imposible que un hombre tan corrido se prende de ti... Si te lo crees y por ello estás inflada de orgullo, mi parecer es que no te compongas, pobre Nina.

El bicol es más humilde, más modesto, y menos aparatoso que los tagalos; no predominando ni en sus fiestas, ni en sus trajes la riqueza de que hacen gala los primeros. El patadeon, ó sea esa feísima y única prenda de vestir que usa la mayoría de las bicoles, es casi desconocida en las provincias del centro de Luzón.

Al llegar frente a la casa lujosa, se sienta en la acera y poco a poco va sacando algo de lo que ha recogido aquella noche, para separar lo que haya de vender de lo que quiera guardar. De pronto se oyen a lo lejos pasos de alguien que viene corriendo, arrastrando en chancleta los zapatos, y por la esquina inmediata aparece una chica de veinte años, feísima.