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Porque la carne perfumada y blanca, entre las sedas, el oropel y tanta bella mentira, tiene un magnetismo irresistible. Esta orquesta femenina a veces ejecuta cosas agradables; otras, adula al público tocando lo que está al alcance de su menguada cultura artística. Tal vez los violines cantan la frase de tanto éxito de El anillo de hierro: «Ven, Rodolfo, ven, por Dios

Con la frente bañada en un sudor frío, los ojos extraviados y agarrado fuertemente al árbol, parecía hallarse en presencia de un espectro. Su agonía se prolongó cerca de media hora. Por último, la voz femenina pronunció un adiós y dejó de escucharse. Octavio pudo ver una figura breve y gentil que se deslizaba por la huerta y desaparecía.

Y en verdad que parecía sacrilegio tocar en aquel cuerpo, prodigio de hermosura y elegancia. María no poseía aún, ni era de presumir que poseyera nunca, atento su temperamento, la plenitud de la forma femenina. Era un poco delgada para que pudiera servir de modelo a un escultor.

Quisiera poseer en este momento la voz de un ángel, porque los ángeles sólo deben escuchar a los ángeles. El piropo produjo excelente efecto en la parte femenina del salón. La parte masculina lo recibió con sonrisas burlonas. Siempre hemos tenido gusto en escucharle; ya lo sabe usted. Porque siempre va unida a la belleza la bondad.

Aquel héroe membrudo, que con la espada partía yunques y mataba dragones, tenía igualmente un alma de mujer. Apenas separado de Brunilda, la olvidaba, fijando sus ojos en otra. En cambio, ella, la femenina walkyria, era el hombre en esta asociación amorosa.

Sobre el rumoreo de las conversaciones, vibraba alguna fina risa femenina y él volvía los ojos para reconocer a la que había reído. A la sola idea de que Adriana estaba allí, tan cerca de él, un desfallecimiento corría por todo su ser. El aire de la sala, tibio, sensual, y el deslumbramiento de las luces, contribuían para enervarle.

Pasaban militares convalecientes, unos con los ojos inmóviles, dando golpes de bastón ante sus pasos, otros vacilantes por la debilidad ó las amputaciones. Una voz femenina, suave y dulce, saludó al príncipe. Era una enfermera delgadísima que avanzaba llevando del brazo á dos oficiales ciegos. Miguel y don Marcos reconocieron á la sobrina de Lewis.

Cada una de nosotras tiene derecho a tratar de llegar primero para plantar la bandera vencedora. ¡Ah! exclamó Diana, ¡después de esto, nadie se atreverá a afirmar que la juventud femenina no es colonizadora! La hora de comer se acercaba. Habiendo dicho Bertrán Gardanne que iba a recibir a Juan, todo el mundo se dispersó, dándose cita para la noche en el Casino. Las dos primas fueron a vestirse.

Tenía mucho gusto, sentía infinito, en el timbre había una extraña pastosidad voluptuosa, que era lo que llamaba Bonis voz de madre; , hablaba aquel timbre de salud, de honradez, de discreción femenina, de dulzura doméstica; pero... era poca voz para los grandes teatros.

Los viajeros y turistas que visitan Buenos Aires con propósito de estudiar nuestra sociedad y nuestras costumbres suelen maravillarse de lo general que es aquí la belleza femenina. Llámales igualmente la atención la extraordinaria variedad en la hermosura. No existe, como en Europa, la uniformidad de tipo: rubias en el Norte, morenas en el Sur.