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Doña Gertrudis estaba rebujada en una magnífica manta de felpa, y tenía la cabeza cubierta con una cofia, por debajo de la cual enseñaba algunos cabellos entre rubios y blancos. Su rostro era de singular blancura mate, fino y correcto. Los ojos azules y sumamente tristes. Más que de la enfermedad advertíanse en aquel rostro las huellas de la clausura. Me mata, me mata este ruido en los oídos.

A mis pies las primeras calles de la ciudad, como extendidas en una alfombra de felpa amarillenta; la alameda de Santa Catalina; los edificios apiñándose a proporción que se acercaban a la Plaza; el poblado dividido por el río, y a orillas de éste el convento franciscano, lúgubre y sombrío, desolado y triste, como si llorara la ausencia de sus mendigos.

Encima de la mesita de caoba cuyos bordes afiligranaba una incrustación de nácar, había un grueso álbum de retratos con el terciopelo de las tapas ya gastado, como felpa de viejo bargueño. La mayoría de los retratos se habían descolorido; en algunos apenas era posible distinguir otra cosa que el espectro de la imagen.

Pero lo más lindo era una chaquetilla de felpa roja, tan raída como bien ajustada, sobre la cual liaba Angustias una faja hecha de dos o tres cintas de colores perfectamente cosidas, con lo que el muchacho parecía un sol, más que un príncipe, algo de sobrenatural en belleza y gallardía, como un Niño Jesús vestido de torero.

Por eso, temiendo una nueva felpa, y para manifestar su inocencia, echa el tizón al fuego y las dos manos á la calzonada de su amigo, y comienza á gritar con el mayor desconsuelo: ¡Padre!, ¡padre! Pero el goloso prisionero, que ya se da por muerto, tira uno de retortijón á cada mano de su carcelero, y toma pipa por el corral afuera, relamiéndose de gusto.

Los árboles selectos, bien nutridos, tenían en su mayor parte tonos de felpa verde, intensos y aterciopelados; pero algunos amarilleando ya, se encendían al sol poniente como pirámides de filigrana de oro. Otros eran rojizos, de un rojo teja, que en las partes heridas por el sol se hacía carmín.

Lo que le duraba un sombrero de copa no es para dicho. Para averiguarlo no valdría compulsar todas las cronologías de la moda, pues a fuerza de ser antigua la del chisterómetro que usaba, casi era moderna, y a esta ilusión contribuía el engaño de aquella felpa, tan bien alisada con amorosos cuidados maternales.

Según dicho documento había 168 maestros y 111 tratantes que tenían cada uno varios telares de las clases siguientes: Lama de plata con flores de seda 1 Id. id. lisa. 2 Sarga ancha lisa. 26 Id. id. labrada. 53 Id. angosta. 10 Paño de seda. 2 Felpa lisa. 26 Id. labrada. 10 Terciopelo de verano. 5 Raso liso. 1 Damasco. 1 Canutón ó cotonia. 4 Cotonia con plata. 1 Ceñidores. 4 Pañuelos. 12 Anafayas. 3 Estameña. 2 Canicula. 1 Velillo. 1 Mantillas anchas de velillo. 1 Mantos anchos. 18 Tafetan. 95 279

Escuálido, , porque toda la yerba que segaba el buen hidalgo era poca para la vaca, y al rocín lo enviaba á la gramática por las callejas y trochas de los contornos. Vestía el imprescindible frac, el pantalón abotinado con trabillas, la corbata de suela que mantenía su cabeza siempre erguida y el sombrero alto de felpa gris.

Con la mano siniestra se limpió el polvo y las telarañas que no querían desprenderse de la felpa de su chaqueta, y dando después tres o cuatro brincos, se puso en la calle gritando con todo el vigor de su pecho infantil: «Soy Plin».