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Creo que los padres no tienen el derecho de dirigir los sentimientos de sus hijos ni de fijar sus destinos en materia de sentimientos. ¡No importa! para ti, para María Teresa, para , este suceso constituiría nuestra mayor felicidad.

Fastidiado el señor Cané, cuando, en la flor de la edad ha recorrido las más altas posiciones de su país, no encontrando por doquier sino sonrisas, no pisando sino sobre flores, ¡niño mimado de la diosa Fortuna! ¿No será quizá ese aparente fastidio un verdadero lujo de felicidad?...

¡Reina! murmuró el cura. Bueno. Hablemos de otra cosa, señor cura; pero la verdad es que yo quisiera tener el buen humor de mi primo y descubrir las buenas cualidades de mi tía. Tened un poco de filosofía práctica, primita; eso es una sólida base de felicidad, y la única filosofía que me parece que tenga sentido común. ¡Qué lástima que no seáis mi tía! ¡Cómo nos querríamos!

Fomentando en el esposo el amor á su esposa, recordando á esta los santos deberes de su estado; encareciendo la felicidad del hogar, enseñando á todos á tratarse con respeto reciproco, robusteciendo por todos estos medios los vinculos de la familia y de la sociabilidad- Afirmando en los ciudadanos el amor á la libertad, sin apartarse del respeto que es debido á los superiores y magistrados-

En su voz había algo que no conocía: su amor por usted, el rencor de tener que abandonar la felicidad que se prometía con usted. ¿De modo que ya no puedes tolerar mi vista? ¿Tanto te horrorizo? La dije estas palabras, y muchas, muchas otras. Ella me respondió únicamente:. ¿De quién es la culpa? Óigame usted: este era el primer reproche que me dirigía después de tantos meses de dolor.

Salía muy poco, y decía a sus amigos íntimos que no se cambiaría por un Rey, ni por su tocayo Espartero, pues no había felicidad semejante a la suya.

No le dirigió ningún reproche, se reconoció culpable y confesó que, como madre, tenía que proceder como lo había hecho; pero recordó su afecto por ella, aquel sentimiento sincero a que debía la recuperación de su hija, y le suplicó que no entregara a la vindicta ley a aquel que había contribuído tanto a su felicidad.

El duro trabajo y la sujeción en que habían vivido muchos años, les hacía tener de la felicidad una idea muy distinta de la nuestra. Para nosotros la dicha consiste en gozar un placer nuevo cada día, agitarse, viajar, gozar con el cuerpo y el espíritu de la hermosa variedad de cosas que la Naturaleza nos ofrece.

Nadie quiere penar; todos creen merecer. Ninguno acepta su misión fatal e ineludible, ni se resigna a cumplirla. Imaginan que la vida debe ser la felicidad, cuando es sólo ocasión de conseguirla. Es que yo no soy el Destino ciego, sino la Providencia bondadosa. ¡Felices! ¿Por qué no han de serlo? En verdad te digo que el hombre no comprenderá nunca la majestad del dolor.

La combinacion de estos principios elementales de la felicidad pública, acercará el tiempo en que se vean ocupadas las tierras por tantos propietarios, cuantos ellas admitan. ¿Entonces podrá alguno calcular el grado de poder y fuerza verdadera, que tendrá el Estado?"