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Federico de Urbino se hubiera cubierto de rubor y vergüenza si poseyese un libro tan feo como ésteCuando Apolonio vió el primer par de calzado yanqui, exclamó: «Esta es invención de salvajes. Prefiero la alpargata, que al menos está hecha a mano.

Trabó al punto conversación el fondista con don Federico, el mayordomo, y preocupado con la estancia de Diógenes en la fonda, contóle su percance y sus apuros.

Para hacer conocer la literatura romántica italiana, en sus elementos más modernos y en sus tendencias más recientes, difícilmente podríamos haber encontrado algo más a propósito que un autor como Federico di Roberto y un libro como Espasmo. Federico di Roberto tendrá ahora treinta y seis años.

A tiempo llegaba, porque la herida que recibí en la lucha con Dechard había vuelto a abrirse y la sangre corría abundante, formando roja mancha en el suelo. ¡Pues entonces déme usted su caballo! grité, apartándolo de . Di algunos pasos hacia el caballo, tambaleándome, y caí de bruces. Tarlein se arrodilló a mi lado. ¡Federico! dije.

Pero en don Federico se cumplió aquello de que quien tarde casa, mal casa. No me asombro repuso Ramón Pérez de que don Federico la quiera, sino de que Marisalada quiera a ese desgavilado, que tiene pelo de lino, cara de manzana y ojos de pescado. Que no haya tenido presente esa ingrata de que ¡quien lejos se va a casar, o va engañado, o va a engañar!

Hasta creyó adivinar en uno de los periódicos vagas alusiones á los informes de cierto ingeniero protegido de Fontenoy. Cuando volvió á encontrar á Federico en su biblioteca, todavía le vió más viejo y más desalentado que en la noche anterior. Sobre una mesa estaban los mismos diarios que había leído él.

Pedí un caballo, y en compañía de Federico de Tarlein recorrí la gran avenida del parque real, devolviendo todos los saludos con la mayor cortesía.

No lo sabía, Momo respondió este, y añadió como respondiendo a sus propias reflexiones : ¡si supieras cuánto ignoran aquellos que dicen que se lo saben todo! Vamos, ¿se viene usted, don Federico? dijo Momo después de un rato de silencio . Mire usted que no me puedo detener. Estoy cansado contestó este , vete , que aquí te aguardaré.

¿Y no os ha dicho por qué os quiere de una manera tan sorprendente, ni quién pueda haberla mandado para consolaros o defenderos? ¡Ah, Federico! Marta cuenta a ese respecto cosas extrañas. ¿Sabéis quién la ha enviado a ? Un hombre que hace cerca de veinte años que está en el cielo. Un héroe, un oficial de húsares, condecorado con la cruz de honor. ¡Un oficial de húsares! exclamó el joven.

Federico no lo sabrá; no lo sabremos más que yo y el intendente; en el sitio a que va las ventanas tienen estrechas rejas de hierro, por donde no se podría escapar ni un gato. ¡Ja! ¡Ja! ¿Por qué ocultaros lo que va a complaceros tanto como a ?