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La cúpula es atrevidísima, cuanto resulta fea y abrumadora la descompasada torre. La Catedral Nueva, comenzada en 1513, no se terminó hasta 1733, y eso que corría mucha prisa acabarla, visto que no cabían decorosamente en la Catedral Vieja los 65 prebendados, 25 capellanes, 24 niños de coro y 12 acólitos que asistían á los oficios cotidianos.

Fea, como todas las mujeres que juegan y parecen sufrir el peso de la edad aceleradamente, bajo el aplastamiento de la emoción. Cada pérdida era un año más que caía sobre su cabeza, cada ganancia un gesto violento que desbarataba la regularidad de su rostro.

Pues bien prosiguió don Fermín nosotros necesitamos toda la verdad; no la verdad fea sólo, sino también la hermosa. ¿Para qué hemos de curar lo sano? ¿Para qué cortar el miembro útil?

Adelante, adelante dijo la duquesa, dando a entender que conocía a la persona en su modo de llamar, y con una viveza nueva a los ojos de María, se puso en pie y salió obsequiosamente al encuentro de aquella visita. Pero María se sorprendió todavía más al ver este nuevo personaje. Era una mujer fea, de unos cincuenta años de edad y de aspecto común. Su traje era tan basto como desairado y extraño.

El vehículo era un inmenso cajón: los de los días gordos estaban adornados con placas de carey. Por lo común las paredes de los ordinarios eran de nogal bruñido, ó de caoba, con finísimas incrustaciones de marfil ó metal blanco. En lo profundo de aquel antro se veía el nobilísimo perfil de algún prócer esclarecido, ó de alguna vieja esclarecidamente fea.

¡Señor barón! exclamó el clérigo con voz enfática de cómico de la legua. ¡Tiene usted el alma tan fea como el rostro! El barón quedó tan sosegado ante aquel insulto. Después de un rato dijo con perfecta tranquilidad: No sea usted botarate. ¿Qué tiene que ver mi cara en estos asuntos?

Despues de eructar tres ó cuatro veces, porque el señor Juez tiene esta fea costumbre, dijo que la única persona que podía salvar á Basilio era el P. Camorra, en el caso de que lo quisiese y miraba con mucha intencion á la joven. El la aconsejaba tratase de hablar con el cura en persona.

La tosca y fea silueta y los groseros detalles que distinguen las construcciones del minero californiano, y además su poco pintoresco emplazamiento, todo se reunía allí a la tristeza de la ruina.

Los versos no se han de hacer para decir que se está contento o se está triste, sino para ser útil al mundo, enseñándole que la naturaleza es hermosa, que la vida es un deber, que la muerte no es fea, que nadie debe estar triste ni acobardarse mientras haya libros en las librerías, y luz en el ciclo, y amigos, y madres.

Esto es bueno, pero aquello es mejor... La muchacha es de buena familia... Don Rosendo está rico... Vas bien, vas bien, mi queridín... Pero oye, ¿por qué no te casas con la pequeña, con Venturita, que es más guapa? Yo no digo que la primera sea fea; pero no hay duda que la segunda es más linda; un botón de rosa. ¡Qué ojos tan pícaros! ¡qué pelo! ¡qué dentadura! ¡qué garbo!