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En resolución, y para no cansar más a mis lectores, diré que antes de cumplirse el año de conocerse y tratarse D. Joaquín y la bella Rafaela, él, con asombro general de sus compatriotas, parecía un hombre nuevo: era como la oruga, asquerosa y fea durante el período de nutrición y crecimiento, que por milagroso misterio de Amor, y para que se cumplan sus altos fines, transforma la mencionada deidad en brillante y pintada mariposa.

El golpe es rudo... pero vamos a cuentas. Del exceso del mal brota a veces en la vida el consuelo, y si no el consuelo, la persuasión de que las fuerzas humanas se estrellan contra la realidad. La cosa es dolorosísima: para un enamorado, saber que su amada se ha puesto fea es robarle el sol a medio día... En cambio la situación no puede ser más despejada. Todo te lo dan hecho. Explícate.

Ahora estamos en la fea... Ya le veremos por otra mejor, si es que la tiene. Ángel estaba, en efecto, sorprendido, y aun admirado, de ver por dónde tomaba la cuestión su consejera, y hasta de la cara que ésta ponía cuando le hablaba, que no era cara de susto, ciertamente: ¿adónde diablos iría a parar por aquellos caminos, tan distantes de los deseos del enamorado mozo? Ya se vería.

¡Pobres animales! Pierden su casa, y sólo logran, después de muchos sufrimientos, otra más fea e incómoda. Pero viven, y ocultan su cuerpo deforme y su concha opaca y fea en las aguas de los ríos. Deben sufrir un martirio atroz, tío dijo Hans. Cierto; especialmente cuando el cuchillo del cazador les priva de su vivienda. Pero, Van-Horn; que te olvidas del almuerzo.

Y, según yo he oído decir, el verdadero amor no se divide, y ha de ser voluntario, y no forzoso. Siendo esto así, como yo creo que lo es, ¿por qué queréis que rinda mi voluntad por fuerza, obligada no más de que decís que me queréis bien? Si no, decidme: si como el cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no me amábades?

El diablo son las mujeres... empezó a decir, cuándo se oyó la gran campana del castillo que tocaba a rebato, y fuertes gritos que parecían salir del foso. Ruperto volvió a sonreírse y me hizo un saludo de despedida con la mano. Mucho hubiera deseado habérmelas con usted dijo, pero la cosa se pone fea; y desapareció de mi vista. En un instante, sin pensar en el peligro, subí por la cuerda.

Si traigo una mujer á mi casa y es fea, mis amigos no encontrarán placer alguno en su presencia, y si es bonita, arriesgaré el perder mi amante. Solamente cuando me creía unido á ella con lazos más fuertes, hizo una excepción á esa regla y esta fué la causa de mi perdición.

Estas treinta o cuarenta personas tienen de tiempo en tiempo el capricho de llamar deliciosa a una mujer evidentemente fea, y es lo bastante para que desde ese día parezca deliciosa. La belleza de las dos hermanas no era discutible.

Dímelo , Leonor, que estuviste ayer en el cuarto de mamá, cuando yo fui a paseo. ¡Mamá mala, que no te dejó ir conmigo, porque dice que te he puesto muy fea con tantos besos, y que no tienes pelo, porque te he peinado mucho!

Salimos, por fin, de aquella casa, y no pude menos de soltar la carcajada al oír a un máscara que a mi lado bajaba: ¡Pesia a ! le decía a otro; no ha venido; toda la noche he seguido a otra creyendo que era ella, que hasta se ha quitado la careta. ¡La vieja más fea de Madrid! No ha venido; en mi vida pasé rato más amargo. ¿Quién sabe si el papel de la otra noche lo habrá echado todo a perder?