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Yo bien quisiera atender a esta mujer como ella seguramente me atendería a si me encontrase en su lugar; pero haré cuanto pueda en su favor, librándola desde luego de la indigencia y proporcionándole cuantas comodidades permitan mis pocos recursos. 17 de diciembre de 1802. Alfonso se ha fugado del colegio con dos de sus compañeros. A unas seis leguas de Lyón los han alcanzado.

Y el primero con quien topó fue con el apuñeado de don Quijote, que estaba en su derribado lecho, tendido boca arriba, sin sentido alguno, y, echándole a tiento mano a las barbas, no cesaba de decir: ¡Favor a la justicia!

Quiero morir, morir, Señor, antes que caer otra vez en aquellos pensamientos que manchan el alma y le clavan las alas al suelo, entre lodo.... Pero al día siguiente de la despedida de don Álvaro, Ana despertó pensando en él. «Ya no estaba en Vetusta. Mejor. La terrible tentación le volvía la espalda, huía derrotada.... Mejor... era un favor especial de Dios».

Herberto Hales contestó, no sin alguna vacilación. Después añadió: Pero deseo, señor Greenwood, que me haga el favor de no mencionar otra vez este penoso asunto. ¿Usted no sabe cómo me trastorna cuanto depende del silencio de este hombre?

El mayor favor que podéis hacerme es no volver a acordaros de , y no empeñaros en averiguar ni adónde voy, ni cuáles serán en lo futuro mis propósitos y las andanzas de mi vida.

No lo creo, y los términos mismos del corto diálogo, que ha modificado súbitamente la naturaleza de nuestras relaciones, parece hablaran en favor de mi reserva.

En el paroxismo del dolor, se negó á ver hasta á los que querían permanecer fieles y facilitó así el abandono. Á su lado no hubiera yo sido tan débil; su deseo de resistir á la mala fortuna me hubiera dado energía. Nos hubiéramos animado mutuamente. Pero su pena altanera juzgó en definitiva á los que no se declararon abiertamente en favor de su hermano.

Es usted un hombre incomparable, señor don Santiago; y yo nunca pagaré bastante a nuestro amigo el señor Guzmán el favor de habérmele dado a conocer. No haga la señora marquesa, a fuerza de elogios, que tenga yo que echarlos a mala parte. Estoy acostumbrado a mucho menos. Pues no le dan a usted lo que merece; y le juro que no le digo más que lo que siento.

Ceremonia de la reconciliación; después de una corta pero cortés discusión, Gómez se adelanta hacia el vizconde y le expresa la esperanza de no haberle herido mortalmente; el otro le tiende la mano tan poco ensangrentada; hay un asalto de finezas. GÓMEZ. Pronto será mediodía. Usted no ha desayunado y yo tampoco. ¿Quiere hacerme el favor de ser mi huésped en compañía de sus amigos?

No por el dinero, sino por el cariño que usted me demuestra, no puedo menos de sentir hacia usted un afecto y un respeto parecidos a los que se sienten por una madre... Todavía voy a pedirle a usted un favor... Lo que usted quiera, Godofredito. Que me permita usted besar su mano.